Vainas, balas y un cartucho (simulado) del Mosin-Nagant. Parque Lineal del Manzanares.
Durante la Guerra Civil Española, el Mosin-Nagant fue el fusil más ampliamente utilizado por la infantería republicana. No en balde no es muy complicado encontrar las vainas de su munición 7,62×54-R esparcidas a lo largo y ancho del Parque Lineal del Manzanares. Estas vainas (casquillos en la terminología popular) son verdaderos testimonios sobre la procedencia de los cartuchos que desde diferentes países fueron enviados a la República para municionar este fusil.
De manufactura soviética, el Mosin-Nagant llegaría a España de las formas más rocambolescas, como ayuda rusa a la República Española. Sus cartuchos, como decimos, llegarían también desde todos los puntos del globo, en virtud de relaciones comerciales o de apoyo político, no sin dejar rastro de una historia que en algunos casos llegaría a ser surrealista.
El fusil Mosin-Nagant, otro de los grandes pequeños mitos de nuestra historia es, sin ningún lugar a dudas, otro símbolo del inmenso Patrimonio histórico del Parque Lineal del Manzanares. Esta es su historia.
Foto Mosin-Nagant con el cerrojo completamente abierto. Foto Srdrkr.
En 1889 el capitán ruso Sergei Ivanovich Mosin presentaría al gobierno zarista su diseño de un nuevo fusil que marcaría historia. Basado en el modelo del belga Léon Nagant, sería llamado “Mosin-Nagant”, un fusil que se recargaba por el sistema “de cerrojo”.
Cartuchos simulados de Mosin-Nagant (arriba) y Mauser (abajo). Nótese la pestaña en el primero y la falta de ella en el segundo.
Los fusiles de cerrojo eran llamados así porque su sistema de municionamiento se basaba en una pieza muy similar al cerrojo de las puertas antiguas. Tirando del cerrojo se montaba el arma y se abría la recámara para introducir el cartucho, compuesto por vaina y bala. En el caso del Mosin-Nagant, los cartuchos se metían en grupos de cinco, enlazados por una pequeña pieza de metal llamada “peine”, tras lo cual se extraía dicho peine y los cartuchos se quedaban alojados en el novedoso cargador que se encontraba justo delante del gatillo.
Funcionamiento del cargador del Mosin-Nagant. Nótense dos características distintivas de este fusil: su cargador delante del gatillo y su corto y recto cerrojo, complejo de agarrar pero muy cómo para llevar colgado a la espalda.
El soldado debía tirar del cerrojo, meter el peine, extraerlo, cerrar el cerrojo, disparar y volver a abrir el cerrojo para montar de nuevo el arma. Así hasta cinco veces. Luego se popularizarían los fusiles semiautomáticos, que hacían innecesario montar el arma entre tiro y tiro. Pero eso es ya otra historia.
Una breve variedad de vainas del Mosin-Nagant halladas en el Parque Lineal del Manzanares.
La 1 de Remington, probablemente del cargamento de Mexicanskis.
La 2, muy común, fabricada en la ciudad soviética de Tula, año 1930.
La 3 y la 5, muy curiosas, británicas, fabricadas por Kynoch & Co. Ltd. (КАЙНОКБ en cirílico) por orden del gobierno zarista en 1917.
La 4, marcada con la letra Л, fue manufacturada en Lugansk (Rusia) en el año 14; un claro resto de fabricación.
El fusil Mosin-Nagant tenía un aspecto externo obsoleto, especialmente por lo anticuado de su larga bayoneta de cubo. Montado con la ella, el fusil llegaba a medir más que muchos milicianos, ya que superaba el metro y medio de longitud. Su munición, la 7,62×54-R, también era algo anticuada debido a la presencia de la pestaña en su base (de ahí viene la “R”), necesaria para que el mecanismo del fusil pudiera “agarrar” la vaina y expulsarla tras el disparo.
Sin embargo esta pestaña simplificó mucho la fabricación tanto de munición como sobre todo del fusil, permitiendo uno de los cartuchos más letales, con más alcance y más precisos del mundo. El Mosin-Nagant, así configurado, era un arma sencilla de mantener y utilizar, muy fiable y altamente precisa, debido a lo ingenioso y poco complejo de su diseño.
Su proyectil, de tipo ojival, era más ligero que el de otras armas, y su trayectoria, de gran alcance efectivo -mayor de 600 metros- apenas variaba en todo el recorrido de la bala.
El cartucho 7,62×54-R también se utilizó, con pequeñas modificaciones, en las ametralladoras de los aviones y por la ametralladora Maxim M1910.
Los fusiles de cerrojo han sido preferidos históricamente por los francotiradores frente a las armas automáticas y semiautomáticas posteriores. La ausencia de mecanismos complejos en el diseño del fusil les permitía mayor precisión y mayor alcance. El Mosin-Nagant fue el arma de los francotiradores del ejército ruso hasta después de la Segunda Guerra Mundial. En la película “Enemigo a las puertas” podemos ver que este fusil, igual al que usaron los republicanos (excepción hecha del acople de la mira), es un coprotagonista a la altura.
Internacionales posan con una Maxim M1910 y un Mosin-Nagant al lado.
Durante la Guerra Civil Española, la República, a pesar de terminar recibiendo material bélico de alta calidad, sufrió problemas de suministro que en algunos casos llegaron a ser grotescos. Debido al bloqueo internacional, en un principio la URSS prefirió no exponerse demasiado, y envió a la República fusiles de manufacturas internacionales con expresa eliminación de las marcas que lo relacionaran con este país. Se remitieron de esta manera, directamente o a través de terceros, Winchesters, Mannlinchers, Lebels, y un largo etcétera de restos de ediciones de material extranjero, que además venía con escasa cartuchería.
Una ruina total, puesto que el material solía llegar donde menos se necesitaba, cuando no se necesitaba, con munición contada y no intercambiable, y con la obligación de enseñar en tiempo récord el funcionamiento de varios tipos de fusil a distintos soldados donde la mejor instrucción militar consistía en haber asistido a una montería.
Infantería republicana armada con el Mosin-Nagant. Foto: Archivo Rojo.
Curiosa fue la llegada de los Mosin-Nagant llamados “Mexicanski” por los republicanos. Al desembalarlos los operarios se dieron cuenta de que venían envueltos en periódicos mejicanos (The Lincoln Battalion in the Spanish Civil War by Cecil D. Eby, 2007). Los Mosin, fabricados por Remington y con letreros “Made in Connecticut”, venían grabados con el escudo zarista o con la hoz y el martillo soviético.
Durante la Primera Guerra Mundial, el gobierno de los Zares encargó la producción de un millón y medio de fusiles Mosin-Nagant a las fábricas de Remington y Westinghouse, debido a lo improductivo de la capacidad manufacturera rusa. Evidentemente no todos llegarían a ser entregados, al menos al imperio ruso o a la URSS. Lo que sí parece claro es que parte de ellos acabarían en Méjico, quien no dudó en hacer de intermediario para estos restos de edición.
Comenzada la Guerra Civil, los soviéticos acabarían enviando directamente este y otros tipos de armamento, así como su munición, lo que terminaría por imponer como el fusil estándar del Ejército Popular Republicano al Mosin-Nagant, modelo 1891/30 (M91/30).
Al acabar la Guerra Civil algunos de estos fusiles fueron utilizados por la Guardia Civil y otros, junto con numeroso armamento capturado al ejército derrotado, sería pobremente vendido en el exterior. Los cartuchos incautados, la mayoría con marcas de fábricas soviéticas, serían torneados para borrar el marcaje y ser remarcados.
Aunque es posible encontrar en el Parque Lineal vainas de Mosin-Nagant que revelan su retorcido origen de los muy primeros días de guerra, lo normal es hallar munición que procedía ya directamente de las fábricas rusas. Estas vainas llevarían normalmente impreso en su base (culote), con diferentes códigos, la ciudad y el año de su fabricación.
En qué fecha precisa llegaron los Mosin en España ?