En julio de 1936 una parte del Ejército se levanta en armas contra el Gobierno legal de la Segunda República española. El 6 de noviembre, tras un rapidísimo avance desde Marruecos y Sur peninsular, bordeando por Extremadura, y siguiendo el curso del Tajo, cuatro columnas rebeldes han llegado ante las puertas de Madrid. A pesar de los duros combates en la Casa de Campo y en la Ciudad Universitaria, donde han penetrado en una rápida incursión el día 15, llegando hasta el Hospital Clínico, no logran su propósito.
Seguirán después dos maniobras envolventes encuadradas en la Batalla de Madrid, primero la Batalla de la Carretera de la Coruña, enero de 1937, y después la Batalla del Jarama, ya en febrero de 1937. Pero a partir de esta confrontación, la guerra ya no sería un paseo militar para los sublevados y Madrid nunca sería tomado al asalto.
Será precisamente en ese segundo intento, que da lugar a la batalla del Jarama, donde tendrán lugar multitud de choques entre las fuerzas contendientes, uno de los cuales será el de la Colina del Suicidio. Lugar que acabamos de visitar en ruta privada, miembros de las asociaciones culturales del GIPL y El Buhonero.
La mera visión de estas colinas nos habla de un suicidio. Un espacio heteróclito donde bruscamente se encuentran dos fuerzas confrontadas con la orden de avanzar a toda costa, y la orden de resistir hasta el final. Un contingente republicano se da de bruces con un enemigo profesionalizado, muy superior en organización y oficio, que sabe hacer la guerra.
La Batalla del Jarama
En enero de 1937 ambos bandos se preparaban para un choque al Sureste de Madrid. Los nacionalistas de Franco buscan envolver Madrid cortando sus comunicaciones terrestres y red de abastecimiento, mientras que los republicanos, con un movimiento a la inversa, tratan de aislar de su retaguardia al ejército atacante, que asedia Madrid desde el mes de noviembre. Ambas maniobras siguen un mismo patrón, de envolvimiento del contrario.
Pero los nacionalistas se anticipan, y lanzan el día 6 de febrero su ofensiva, tras intentos previos abortados por el temporal de lluvias.
Las características de estos terrenos de gredas yesosas hacen que a la menor lluvia, los campos se conviertan en un inmenso barrizal, y un día antes de la ofensiva, hecho un primer intento de avance, toca retroceder al punto de partida, Pinto; por lo imposible de poder avanzar hombres, bestias, vehículos y toda suerte de elementos de guerra.
Partiendo de sus bases en Pinto y Valdemoro, la División Reforzada de Madrid compuesta por cinco brigadas comandadas por los coroneles (de Norte a Sur) Rada, Barrón, Sáenz de Buruaga, Asensio y García Escámez, avanza con el decidido propósito de cruzar el río Jarama y alcanzar el Vértice de Valdesemorial (entre Arganda y Morata) y ascender desde allí hacia Alcalá de Henares, cortando la carretera de Valencia y la de Barcelona. El general Orgaz dirige la División, desde su Cuartel Gral. de Gózquez, seguida de cerca por el general Varela y su Estado Mayor.
Por su parte, las unidades republicanas, muchas de reciente creación y sin foguear aún, son traídas apresuradamente a la zona, y repartidas por el terreno donde se prevé que atacará el contrario, en línea lógica.
El abierto enfrentamiento interno que se da en el alto mando republicano, no ayuda a paliar la dura situación de sus tropas, atrapadas por sorpresa en un escenario para el que no están preparadas. El espacio físico en el que se suponía iba a tener lugar la batalla, divide en dos el dispositivo de las fuerzas leales; en el Puente de Arganda, colindan los dos Cuerpos de Ejército republicano: el de Madrid (comandado por el Gral. José Miaja) y el de Centro (comandado por el Gral. Sebastián Pozas) que disputan por conseguir el mando único. Finalmente el mando se unificaría en favor del Gral. Miaja, en el curso de la batalla.
Del 6 al 10 de febrero serían ocupados Gózquez, la fábrica militar de La Marañosa y el Espolón de Vaciamadrid, junto a esta localidad, que sería borrada del mapa en los siguientes combates. Desde este promontorio quedaba ya a tiro de fusil la carretera de Valencia. Aunque la impresión era que el enemigo cruzaría el Manzanares, sólo estaba asegurando el flanco izquierdo de su dirección de ataque principal.
Casi a la vez por el Sur, la 18ª y la 23ª Brigada Mixta que defendían Ciempozuelos y San Martín de la Vega, caían aniquiladas, en un baño de sangre que rondaría los 1.300 muertos; permitiendo al enemigo asentar el flanco derecho del ataque.
Sin apenas resistencia organizada, durante las jornadas que van del 11 al 12 de febrero de 1937 caen los puentes del Pindoque y el de San Martín de la Vega. Las tropas franquistas han cruzado el Jarama y con esta acción revelan mejor sus intenciones.
El día 11, cruzado el Pindoque, la caballería se apresura a subir al Vértice Pajares y tomar la Casa del Guarda. Observatorio y base de partida de Barrón en su avance del día 13 hacia el Vértice Valdeperdices.
Una sección de legionarios, tan solo hizo un tanteo sobre el Puente de Arganda, probando la consistencia de las defensas republicanas.
Los batallones Garibaldi, Dombrovski y André Marty, de la XII Brigada Internacional, junto con las compañías de carros soviéticos T-26b dirigidos por el Gral. Pablito (Paulov), fueron los artífices de esta lucha de resistencia a ultranza, en el arco formado entre el Espolón y poblado de Vaciamadrid, el puente de Arganda, la carretera de Chinchón y el Monte de Pajares, entre los días 11 y el 12 de febrero, pereciendo compañías al completo.
Tanto las Brigadas Internacionales como los tanques rusos tendrán a partir de ese momento un protagonismo central en el desarrollo de la batalla.
Con los puentes a sus espaldas y el Jarama muy crecido por las lluvias, los atacantes se encuentran encerrados en el valle del Jarama. Su única opción es salir cuanto antes de las orillas del río y trepar hasta la meseta entre Morata y Arganda, cuyo borde serpentea con la “cota 700”. Desde este altiplano de unos casi constantes 700 metros de altura se domina la cabeza de puente dejada a la espalda. Esta llanura constituía un terreno propicio para el rápido avance hacia el Vértice Valdesemorial y valle del Tajuña.
La batalla alcanza en estas fechas un momento crucial. Si las tropas rebeldes alcanzan la cota 700 hay muchas posibilidades de que las piezas de la defensa republicana caigan como fichas de un dominó sin control. Por otro lado, descubierta la dirección de avance nacionalista, los republicanos deben acudir con los medios que puedan conseguir en las pocas horas que tienen de margen, interponerse, y esperar fortuna.
En cuestión de horas o en breves días, Madrid estaría virtualmente en proceso de cerco.
La Colina del Suicidio y la Cota 700
El día 11 de febrero se despliega la XV Brigada Internacional a lo largo del canto de la meseta, mirando hacia el Jarama.
La XV Brigada Internacional está dirigida por el húngaro János Gálicz, más conocido por el sobrenombre de General Gal. Bajo sus órdenes forman tres batallones internacionales: el inglés British, el franco-belga Six Frevier y el balcánico Dimitrov. Un cuarto batallón, Abraham Lincoln, también de la XV BI, formado por norteamericanos, centroamericanos, canadienses e irlandeses se incorporará el día 16 de febrero a la batalla.
El 12 de febrero por la mañana son enviados a tomar posiciones al borde de esta meseta de olivares, Cota 700, para rechazar al enemigo y obligarlo a cruzar el Jarama. Las noticias son confusas, no se conoce la posición exacta del contrario ni su composición numérica; ni tan siquiera que acaban de tomar y cruzar el puente de San Martín. Monte a través avanzan buscando el contacto con una fuerza enemiga en plena progresión, a fin de frenar su avance.
El British se ha apeado de los camiones junto a un antiguo ventorro de carretera cerca de Morata. Es el Parador de Frascuelo, rebautizado por los británicos como “The Cookhouse”, donde se instalan las cocinas del Batallón y desayunan esa mañana, apresuradamente, pan y café. No volvieron a tomar más alimento en la jornada.
Al norte de la carretera de San Martín ya está apostado el Dimitrov y el Six Frevier. Al sur, avanza el British. No tardan en escuchar voces junto al chirrido de las cadenas de los tanques. Turbantes blancos y fusiles en bandolera, jurando en árabe vienen avanzando los Tabores de tropas indígenas de Sáenz de Buruaga. Fuerzas de Regulares con sobrada experiencia de combate en el Rif y en la Península.
Se abre fuego. Dimitrov y Six Frevier hacen retroceder al enemigo. El Six Frevier está instalado junto a la carretera, barriéndola con su fuego desde un alto, en el límite del altiplano, cota 700. Frente a ellos se extiende cuesta abajo el valle del Jarama y la Casa del Alto de Vallequillas, donde Sáenz de Buruaga instala su Puesto de Mando. Van apoyados por artillería y morteros de acompañamiento, tanques y armas automáticas. Su avance, fríamente calculado, se ejecuta con precisión. Los Internacionales aparecen sólo como un contratiempo menor.
Los británicos avanzan al sur del camino carretero, desde la Senda Galiana. Por debajo de ellos se extiende una amplia zona vacía, desde la Vereda de la Jara Alta hasta las Casas del Pingarrón, donde el mando republicano aún no ha podido enviar a nadie. Evidentemente el enemigo no lo sospecha y las fuerzas de Asensio que ya han alcanzado el Vértice Pingarrón, atraídas por el fuego de la XV BI, se aprestan a rechazar a la sección del Sgt.Watson enviada en misión de exploración y a desplegar gente hacia el Camino Viejo de Chinchón que atraviesa el paraje.
Kit Conway, William Briskey, Herbert Overton y Harry Fry dirigían las cuatro compañías del Batallón Británico de la XV BI. Conway y Overton tenían una experiencia militar previa, Briskey era conductor de autobuses en Londres y Fry era zapatero en Edimburgo.
El combate de encuentro que se plantea ante la aparición súbita de la fuerza enemiga les hace desplegarse a la carrera por los cerros más próximos, a la búsqueda de posiciones dominantes. En uno de ellos, donde se levantaba una casa encalada (“White House”), se sitúa Briskey y Overton (“Suicide Hill”). Junto al él, un pequeño cerro con forma de cono sería ocupado por Kit Conway (“Conical Hill”). La compañía de ametralladoras del Tte. Fry, queda atrás, a la derecha, en la arista de la planicie.
El comandante, Thomas Wintrinham, instala el puesto de mando del Batallón en un recodo del camino que pasa justo detrás de la cornisa, ligeramente hundido y a cubierto. Es la “Sunken Road” de los planos británicos, la carretera deprimida.
Sunken road es realmente la Senda Galiana, por la que accedemos con nuestros coches hasta el punto de partida de la ruta. Reunidos cerca del modesto memorial a Kit Conway que hoy se levanta en el lugar, pisamos la cornisa que los británicos abandonaron para subir a la Colina del Suicidio, a la que desde aquí ya divisamos y a la que nos disponemos a ascender siguiendo sus pasos.
El encontronazo de ambos ejércitos parece desigual y para los republicanos sólo existe la baza de la defensa a ultranza de los promontorios alcanzados en espera de refuerzos. Las órdenes son “resistir a toda costa”. Los franco-belgas del Six Frevier llevan tres máquinas Maxim que se ponen al rojo. Dos de ellas se terminan averiando. Los británicos llevan cuatro MG-28, pero las cintas se han cargado con munición rusa incorrecta, por lo que son inservibles. Transcurre el combate sin el apoyo vital de las ametralladoras. Inclusive, más tarde, el camión que transporta munición 8mm correcta tiene una incidencia en el camino y vuelca, el conductor va ebrio y atropella a un soldado.
El Six Frevier, tras un durísimo castigo, debe retroceder dejando el flanco derecho de los ingleses desnudo. Se abre una brecha en las líneas republicanas. Tropas moras se introducen en este vacío tomando el control de un cerro junto a la carretera, desde donde abren un letal fuego de flanco frente a los maltrechos británicos, que siguen resistiendo bajo una lluvia de proyectiles que hace trizas hasta la vegetación. Lo llaman “Knoll”.
Por la izquierda de los republicanos, desde la actual Casa de Siete Villas ( Casas Pingarronas), las tropas de Asensio atacan para cerrar la pinza sobre los gubernamentales.
Por la tarde, tras cuatro horas de resistencia, los voluntarios internacionales británicos que siguen vivos en la Suicide Hill abandonan las lomas y retroceden por el barranco aledaño hasta la Sunken Road, donde el Puesto de Mando ya ha sido retrasado. Imposible soportar por más tiempo la posición.
Con Overton herido y Conway y Briskey muertos en la Colina del Suicidio, de las cuatro compañías del Batallón Británico que por la mañana iniciaron el ataque, sólo uno de sus jefes sigue en combate. Fry se encarga de montar el dispositivo que cubre la retirada de sus compañeros. Se acaba de recibir la munición correcta y deben cargarse a mano las cintas.
Será él, junto a Fred Copeman, quien disponga las ametralladoras al borde de la cota 700, justo frente a la Colina del Suicidio y donde hoy se levanta su memorial, un humilde montón de piedras junto a la chatarra bélica y una bandera de la República Española. Es allí donde iniciamos nuestra ruta y donde exponemos una primera introducción de la batalla frente al escenario de los hechos.
Cuando empieza a oscurecer las ametralladoras de Fry están listas. Tras la retirada de los supervivientes británicos, avanzan las tropas moras. Avanzan sin detenerse y sobrepasan el cerro cónico. Las ametralladoras les sorprenden y son diezmados. Se retiran. Después sucederá lo mismo sobre la propia Colina del Suicidio.
La noche se echó encima sobre todos los combatientes. Luna nueva. Una noche tensa, en la que no era sencillo saber dónde se encontraban tus propios compañeros o quien había logrado sobrevivir. Para muchos su único bocado del día era aún el café de la mañana, del Parador de Frascuelo. Las líneas enemigas eran también inciertas, inquietantes en la oscuridad nocturna. No es difícil imaginar al soldado, de cualquier bando, hundido hasta media cintura en pozos excavados con premura, sin acabar de establecer contacto con el compañero, perdidos en la maraña de olivos y coscoja que harían la noche aún más cerrada.
Por la mañana del día 13 la artillería republicana reduce a polvo y escombros la Casa Blanca. El día anterior había llegado Líster con la 1ª Brigada Mixta a cubrir el flanco izquierdo de los británicos, ese inmenso flanco vacío que los nacionalistas no vieron. El Gral. Miaja cedía ante el Gral. Pozas, dejando que parte de sus tropas salieran del frente de Madrid a reforzar este otro frente abierto.
Sin embargo la posición de Fry no pudo ser mantenida. El retroceso de las tropas del Sgt.Mayor Overton a su derecha, que es presa de un momento de pánico, abre su costado al enemigo, que irrumpe en las incipientes trincheras británicas haciendo prisionera a toda la compañía, desplazada para su reclusión a Talavera.
Los combates del día 12 de febrero de 1937 en la Colina del Suicidio y las órdenes de no ceder ni un palmo de terreno, se demostraban así como de una trascendencia capital. Fue allí donde se paralizó nuevamente el decidido avance nacionalista, con las horas contadas para que comenzaran a llegar nuevos refuerzos (XI BI y XIV BI) a taponar boquetes, entre los olivares de esta altiplanicie.
Los propios británicos hablan que la Colina del Suicidio fue ocupada con escasos minutos de diferencia, en carrera abierta con el contrario, privando al enemigo de su conquista. Eso puede dar una buena idea de la urgencia en el combate, de lo improvisado de su ejecución y del enorme esfuerzo de unos hombres en clara inferioridad en cuanto a entrenamiento y medios materiales.
Al día 12 de febrero de 1937 siguieron nuevas jornadas de conocidos enfrentamientos. Tras la caída de Fry y los suyos, sobrevino brevemente el caos, como otras tantas veces sucedía, antes y después de los choques, hasta el final de la batalla del día 27 de febrero.
A partir del 17 de febrero, las tropas republicanas pasaron al contraataque sucediéndose en la zona nuevos episodios bélicos y combates. Pero eso son otras historias y, si nos apetecen, otras rutas.
En esta zona el frente se situó finalmente sobre la Vereda de la Jara. No muy lejos y a retaguardia, se levanta el monumento de Martín Chirino a la Solidaridad y a las BBII, en un cerro próximo al Parador de Frascuelo y las cocinas del British, The Cookhouse.
Genial, me parece una excursión fenomenal, pero no sabía que era privada, he estado esperando la convocatoria porque el tema me apasiona.
De todas formas me encanta la divulgación que haceis de esta parte de la historia reciente de España, haciendola llegar a una gran parte de la gente joven.
Gracias por el esfuerzo
Un saludo
Hasta hoy no he tenido oportunidad de leer el articulo, tan solo comentar que me ha parecido fantastico. Enhorabuena una vez mas por el trabajo. SALUD
Una tragedia. M gustaría visitar el lugar para ver y entender mejor por qué esos hombres de ambos bandos se mataban.