(Continuación del Artículo: “De la Carrera de Mata Mediana a El Riscal “)
Faltaban solo unas semanas para que otro verano se nos fuera, cuando quedamos con nuestro amigo Manuel, de Pinto, conocedor como pocos de estos parajes; a fin de recorrer estos campos amarillos, y de camino en camino, recuperar el sentido de un paisaje y de sus hitos históricos.
Un texto medieval nos acompaña en nuestro recorrido: La relación de los mojones que en la primavera de 1239, el rey Fernando III plantara, seguido de un singular séquito de vasallos y guerreros; ávido de zanjar un acuerdo de paz perdurable entre los madrileños y los repobladores segovianos, conocidos entonces como serranos.
Una clara línea divisoria de hitos y mojones, que definiendo la Raya medieval, -nuestros límites provinciales actuales-, acabara de una vez por todas con las rencillas sobrevenidas entre ambas partes, a consecuencia de las frecuentes ocupaciones de tierra y pastos del contrario.
Siguiendo la Raya casi rectilínea, desde los confines de Valdemoro con Pinto, ya descrita en crónica anterior; comenzamos nuestro paseo en El Riscal, replanteando el MOJÓN 26 (40º 14.973’-3º 38.065’), algo más arriba del mojón moderno; en el cruce de rasantes, a la vera del camino, Carrera de Valdeoreja, que discurre con la linde.
Mapa del territorio
Sobre la marcha, volvemos a comentar algo sobre esta milenaria senda.
En la Antigüedad, se decía: “Todos los caminos van a Roma”, sencillo modo de expresar que la red de calzadas culminaba finalmente en la capital del Imperio.
Desde la Edad Media todas las veredas, coladas y cañadas culminaban en alguna Senda Galiana, camino ganadero del Norte, conectando las extremaduras, “hacia la Galia”.
En el período medieval que comentamos, todos los caminos de esta área de la Transierra, recién repoblada hasta la línea del Tajo, tras la toma de Toledo (1085) por el rey castellano Alfonso VI, conducen al vado fluvial y barca de Oreja.
Enclave, que aún podemos visitar, con su castillo y despoblado asentados en el cantil izquierdo de la ribera; pocos kilómetros aguas arriba de Aranjuez.
Allí, los freyres santiaguistas recibieron la encomienda de defender estos accesos, asegurando el paso de personas y mercancías hacia Ocaña y demás rutas del sur peninsular, según avanzaba la conquista castellana hacia los campos y ciudades andalusíes al sur de Despeñaperros.
En cualquiera de los términos municipales de estos contornos subsiste en la toponimia el rastro de otros caminos de Oreja, como éste que citamos, proveniente de Madrit y Vallecas, por la ribera del Manzanares, hasta el Vado Arenoso, aguas abajo de la Cova de la Olmeda y de Perales.
Seguía por la Torre de Aben Crespín y a través del El Carpio (Cerro del Grajo) ó por Cova de Nubdes-Covanubles, trepaba las suaves terrazas del Arroyo Culebro abriéndose paso hacia el Sur, siguiendo el lindero hasta la vega del Arroyo de La Cannada.
Siguiendo el curso de éste y tras vadear el Jarama, rebasadas aquellas alturas, se dejaba caer finalmente hacia el vado natural del Tajo.
El Colmenar de Oreja de por aquel entonces solo era lugarejo dependiente de la antigua Aurelia.
Proseguimos la marcha, y desde nuestra posición en El Riscal, atisbamos el siguiente promontorio hacia el que nos dirigimos; “Cabeça de Valdecabras”, donde se plantó el MOJÓN 27 (40º 15.277’-3º 38.561’).
Esta partida de terreno recibe hoy diversos apelativos, Valdelacosa, Pedro Téllez, según qué mapa consultemos.
Dada su forma redondeada, suave, el cerrillo del mojón es denominado por lugareños y visitantes, Cerro de la Bola; lo que también nos recuerda el extraño apelativo de origen medieval dado a unos cerros del entorno del Cerro Batallones, (evolutivo de bullones– viñedos, voz mozárabe).
Esos cerros, llamados Bomberos de Castilla desde documentos del siglo XV, han suscitado diversas interpretaciones y no pocas teorías.
Revisando el texto de 1239, se ubica “el quarto mojón en plano de Mont vero sobre los valles”.
Creemos deducir, que Mont Vero es el nombre genérico dado en la Baja Edad Media a un monte ubicado en la vera, en la orilla, del territorio amojonado. Monte-fronterizo, Monte-Orillero, por un decir.
Parece clara la evolución en un par de siglos, en una sociedad donde no existe prácticamente la lectoescritura, y la transmisión es únicamente oral. Mont-Vero, Munt-Veros, acabó generando Bumberos-Bomberos.
De Castilla, es añadido de época de Carlos V, por oposición al Reino de Toledo colindante, en el léxico del momento.
Así aparecen también varios de estos montes en documentos coetáneos de Olías, Cabañas, etc.
Volvemos al Cerro de la Bola; un hito visual, dominante como ninguno de su entorno, en cuya cresta encontramos trazas del amojonamiento primitivo.
Un montón de piedras singular, al centro de la meseta del cerro.
En los más primitivos apeos de la antigüedad, se echaba primeramente un puñado de carbón vegetal o de tejas rotas en el hito a remarcar, y a continuación se cubría con un montón de piedras.
En la falda meridional del cerro gemelo, se esconde una pequeña edificación, ya en ruinas, compuesta de una pequeña estancia con comedero para un animal de tiro, y la exigua yacija donde el labrador velaba el ganado y descansaba al final de la jornada.
Siguiendo a Noroeste encontramos el siguiente hito, junto a la carretera del vertedero, antiguo Camino de los Hornos ó Camino de Pinto a La Marañosa, Pista de guerra.
Aquí muy probablemente se alzó el MOJÓN 28,”cerca del Val de Don Enos”. (40º 15.404’-3º 38.988’).
Actualmente el nombre del paraje es El Enano; topónimo que parece evocar a Don Enos, un repoblador, posiblemente mozárabe, aludido en este documento histórico que seguimos.
Igualmente se conoce el lugar como Las Peñas, en otras cartografías, como advirtiendo de un paraje con trazas de enriscado y diferenciado de su entorno.
Hay unos escasos metros de incipientes trincheras, como las observadas en El Riscal, que denotan tanto su improvisación como la poca eficacia para la defensa; que las escasas fuerzas republicanas acantonadas en estos confines, abandonaron viéndose desbordadas por el arrollador empuje del contrario en los primeros momentos de la ofensiva del Jarama.
Por esta misma pista se alimentó la batalla, e impávidos contemplaron estos mismos cerros, aquellos duros días de febrero, un frenético vaivén de ambulancias y camiones cargados de tropas y pertrechos, cuerpos ya exánimes o rotos, camino de los hospitales de sangre de Pinto y Griñón.
Cruzando la carretera vamos subiendo las oscuras lomas de tierra rojiza, suavizadas a golpes de tractor y arado, casi siguiendo una línea recta hacia Cabeza Fuerte, para dar primero con el MOJÓN 29, “en Val de Montesino”. (40º 15.701’-3º 39.528’).
En el enclave de este mojón, un cerrillo alargado de mediana altura, volvemos a ver montones de piedras y más restos de trincheras improvisadas, poco profundas; que apenas utilizadas evacuaron sus ocupantes, asaltadas por la Brigada de Rada en dirección a Cabeza Fuerte (667m); vértice donde estuvo ubicado el MOJÓN 30, “del atalaya del Recuenco”, (40º 16.094’-3º 39.633’).
Se llama El Recuenco a la media luna formada por las estribaciones de estos cerros que se alzan sobre el margen derecho del valle del Arroyo Culebro, (evolución de Culebres-Cuniebles, derivado a su vez de Covanubles-Coua Nubdes).
Se deduce que la atalaya erigida en esta Cabeça, de origen musulmán por su orientación, recibió este apelativo de los repobladores y quedaría en poder de los segovianos.
En su origen formaría parte de la red de torres-vigía que controlaban las vías de aproximación a la Taifa de Toledo desde Castilla, siguiendo las cuencas de los ríos Guadarrama, Manzanares, Jarama y Henares.
Vemos sobre este cerro los restos de los Islotes de Resistencia 125-126, según nomenclatura del mando nacionalista, de fecha enero.1939.
Las secciones de tropa que lo ocupaban pertenecían a la 18 División, y las posiciones formaban parte del Centro de Resistencia VI – Cerro de los Ángeles.
Cuatro nidos de hormigón en buen estado de conservación se orientan a los cuatro vientos como enormes batracios de boca abierta camuflados en el terreno.
Hay alguna edificación anexa con elementos de construcción que también hemos visto dispersos en la posición aledaña, Loma Intermedia, Islote de Resistencia 133, también dependiente del CR VI.
El texto medieval dice que desde la atalaya del Recuenco la linde “va por somo del lomo, fata el otro mojón que está en lo más alto, e assi commo vierten las aguas de parte de Madrid; e assi commo vierten las aguas de la otra parte finca a los de Segouia”.
Hemos comprobado en campo, que el amojonamiento de 1239 que seguimos, más que innovar, matiza o reafirma la Raya existente, delimitada por una serie de hitos o mojones residuales del deslinde anterior.
Los 42 mojones de 1239 se van situando a lo largo de la linde divisoria de Madrid y Segovia, reafirmándola en aquellos puntos donde se daba cierta ambigüedad o imprecisión. Vacíos que propiciaban la invasión con ganados y cultivos de la parte contraria.
Los mojones podrían ser destruidos o desplazados de lugar, pero los hitos singulares, referencias físicas del paisaje, no se pueden mutar.
Creemos que se da una cierta combinación de unos y otros; instalándose mojones de piedra en los lugares más carentes de definición directa y fáciles de transgredir, como por ejemplo en las llanuras o planos del territorio.
El “otro mojón” que señala la cita anterior, lo ubicamos en la Loma Intermedia, siguiendo la nomenclatura militar comentada, (40º 16.348’-3º 38.671’), emplazado donde hoy se alza un sombrajo del guarda de la finca entre restos de ramales de trinchera, nidos y área de refugios del Islote de Resistencia 133.
Lo llamaremos Mojón 30 BIS.
El texto también aclara que la línea divisoria de vertiente de aguas señala la linde a respetar.
Existe en la actualidad un arroyo próximo, que naciendo en Tierra de Madrid, a escasos quinientos metros del Cerro del Grajo, deja caer sus aguas hacia Gózquez, Tierra de Segovia, recibiendo por ello el nombre de Arroyo de la Vega de Madrid.
El MOJÓN 31, “cerca de las Piliellas”, (40º 16.203’-3º 38.034), se ubicó posiblemente en la loma inmediata al Puerto de las Dos Caras, otra alusión directa de la linde divisoria.
Este puerto marca un cambio significativo de rasantes en el camino de Pinto a La Marañosa, la pista de guerra comentada, y antiguo camino de los Hornos.
Estos hornos, posiblemente de cal o yeso, son reminiscencias de las Piliellas o Pilillas medievales a que hace alusión el texto del Real Privilegio. Apilamientos de piedra caliza sobre leña, que se cocía a fuego lento durante un par de jornadas.
El producto resultante se trituraba hasta convertirlo en polvo, dejándolo listo para su uso.
Vemos más restos de aquella contienda, junto a este mojón. Coronan otro pequeño alcor junto a este puerto. Más trincheras rematadas con puestos de tirador, dispuestas en erizo; a vanguardia de una proyectada ofensiva republicana hacia la carretera de Andalucía y de Toledo, cortando las líneas de comunicación enemigas, que nunca se produjo.
Desde aquí lanzamos la mirada en dirección a oriente. Descubrimos las crestas del Monte del Fraile, dentro del Real Sitio de Gózquez antaño administrado por los jerónimos escurialenses.
Desde 1920, poblado y Fábrica militar de Artillería de La Marañosa.
En un alcor cercano, hacia Sudeste, siguen los hitos de piedra de una linde moderna (40º 16.139-3º 36.736) sobre la linde medieval, salvado el vallecillo intermedio del arroyo antes citado.
La linde va campo a través, hasta el MOJÓN 32, “cerca de la carrera que está cerca de los espartales, que va de Sant Martín a Madrit”, paralelepípedo de piedra caliza con una inscripción de rasgos primitivos: Sant St.- Torre .
Queremos interpretarla como fitero entre la aldea segoviana de Sant Stevan-Santisteban, próxima a la Casa de Abajo, del Real Sitio de Gózquez; y la aldea madrileña de Torre de Aben Crespín, junto a la Casa de la Torrecilla moderna.
A partir de este último tramo vuelve a encajar la linde medieval con la linde moderna de municipios, pues ya hemos visto como desde El Riscal, la medieval se separa radicalmente dirección-El Recuenco, y luego vuelve a replegarse gradualmente hasta el Puerto de las Dos Caras y crestas sobre el Arroyo de la Vega de Madrid.
Nos queda otro trecho entre el Mojón 32 que hemos citado y el Mojón 42, en la Torre Rubia, para alcanzar la vega del Jarama y poder visitar los dos despoblados de Alvende y Cuelgamuros, allí contrapuestos, en la falda de los cantiles, separados entre sí por un meandro del río.
NOTA: El datum de las coordenadas que se indican es WGS 84.
NOTA ACLARATORIA:
Cuando escribimos este artículo en el mes de marzo del año 2015, el hallazgo inesperado de este mojón, nos hizo pensar por su aspecto y rusticidad que podría tratarse de uno de los enclavados en 1239. El texto epigrafiado apenas era legible en su primera mitad, y lo interpretamos como «Sant.Steuan-Torre de Aben Crispín».
En el mes de enero de 2020, analizando un manuscrito del año 1759, sobre el apeo, deslinde y amojonamiento de tierras del Conde de Mora, en el término de Torrecilla de Yván Crispín, aparece descrito el modelo de los 29 hitos que constituirán la mojonera perimetral de esta dehesa de 58 yuntas de tierra.
Se trata de hitos con forma de paralelepípedo rectángulo, de piedra blanca de Colmenar, con rótulo: «Ms.Torre», de seis cuartas de largo y un pie en cuadro de ancho.
El significado de la inscripción es: «Marqués de la Torre de Esteban Hambrán», título principal del Conde de Mora.
Nos alegra poder dejar finalmente esclarecido el origen de este tipo de hitos, si bien nuestros trabajos de aquella época, sobre los 42 mojones de Fernando III, se vieron en todo momento animados por la búsqueda de mojones similares, que lógicamente nunca llegamos a encontrar a excepción de éste, en la linde entre Tierras de Madrid y Segovia.
En conclusión, los 42 mojones medievales fueron hitos formados por simple amontonamiento de piedras.
Enhorabuena por el reportaje. Al final acabaremos sabiendo algo de nuestra historia de entonces gracias a trabajos como este.
NOTA DEL AUTOR:
En relación con el origen de la toponimia de “Montes Bomberos de Castilla”, acabo de constatar que en un plano de 1960, que publica en su Cartoteca, la Comunidad de Madrid, aparece rotulado como “Cerro de Lumber”, el cerro que denominamos Cabeça de Serranos, Mojón 13; y a la partida de terreno anexa, “Lumberos”.
Ésta es una expresión inglesa que significa, Monte Leñero.
Lumberos-Lumbers, significaría por tanto, en inglés: Leñeros, Madederos.
Nuestra opinión es, que un topógrafo con muy buena voluntad, quiso resolver de una vez por todas el enigma, funcionalizando con una interpretación muy personal, la acepción medieval.
Pero ni esos montes eran madederos, ni en la Baja Edad Media abundaron en esta área repobladores anglosajones que bautizaran así estos montes, ni todos los demás que aparecen como Bunberos en el resto de los documentos de deslinde de otros concejos cercanos.
Revisando, hace escasos días, las dos cédulas de Juan II (1439),-padre de Enrique IV e Isabel La Católica-, quitando al Concejo de Madrid, Pozuela y Palomero, para entregarlo a su Camarero, Pedro de Luxán (vecino de Madrid y amigo de Álvaro de Luna), aparece este texto, que confirma la antigüedad del apelativo, y la fecha que dista del documento de 1239, primera cita escrita de Mont Vero:
Se entregan las dos villas con sus términos, prados, pastos e exidos, jurisdicciones e con el monte que llaman los Bonberos, de la dicha Palomero (23.XI.1439).