Mientras Juan Modesto, desde el Vértice Cumbres de Vallecas, con su agrupación de fuerzas, se afana en cortar más a retaguardia, a pecho descubierto y en combate frontal, las líneas del enemigo bien atrincherado en las alturas de La Marañosa, Cerro de Coberteras y Espolón de Vaciamadrid, cruzando el río Manzanares; en el otro extremo de la batalla, sobre la Cota 700, el Coronel Ricardo Burillo, al mando de las Divisiones A, B, C y D, que parcelan el frente desde el 15defebrero , ordena sucesivos intentos de asalto al macizo del Pingarrón.
Es allí donde decide invertir la mayor parte de recursos bélicos para doblegar al enemigo y devolverle a su lugar de incio, atacando de la misma manera que se hace en el Manzanares: en lucha frontal, desde posiciones claramente inferiores, apelando al heroísmo y a la entrega absolutamente altruista como último recurso. Rasgos de entrega y valor sobradamente demostrados por ambos bandos en las lomas del entorno del Vértice Pingarrón, regadas de sangre hasta límites indescriptibles.
Durante las jornadas transcurridas entre el 19 al 27 de febrero de 1.937, el macizo del Pingarrón fue tomado y perdido sucesivamente por ambos bandos, inclusive a lo largo de una misma jornada, como si se tratara de una auténtica y despiadada lucha de carneros. Desde el lado republicano, Enrique Líster, como jefe de la División C, dirigía desde su P.M. de Casa de Valgrande, con su asesor soviético Malinovski, los ataques de las fuerzas a su mando, 1ª BM, 1ª BM-Bis, 19 BM, etc. coordinadas con otras de las Divisiones A (Walter) y B (Gal), que desde sus respectivos sectores generaban ataques de diversión, para distraer fuerzas contrarias.
En estos ataques se vio envuelto entre otros, el Batallón Abraham Lincoln, de la XV Brigada Internacional, lanzado contra las crestas de la Jara Alta el día 27 de febrero, último de la Batalla, dejando sobre el terreno la mitad de sus fuerza, por la improvisación del ataque, a plena luz del día, y la falta absoluta de apoyos tácticos, además de lo bien escogido de las posiciones contrarias en el centro de la meseta, Cota 700, en posiciones dominantes.
Un sacrificio estéril en un día aciago, que quedó grabado a fuego en la memoria de todos como La matanza.
Con las únicas armas de una superioridad numérica republicana que demostró no ser suficiente, y la entrega y heroísmo de unas tropas inferiores en número pero acantonadas sobre posiciones bien elegidas, se inician y terminan los combates del Pingarrón, que ponen fin a la Batalla del Jarama.
Los combates del Pingarrón
Del 19 al 27 de febrero de 1.937 los republicanos pretenden en sucesivas intentonas tomar las alturas del cerro Pingarrón, defendido valerosamente por las tropas nacionalistas del Coronel Asensio, además de cortar sus líneas de comunicación con retaguardia a través del puente de San Martín y la pasarela instalada sobre el Jarama en la isla de Santa Teresa.
Dirigidos por Líster y apoyados por los carros soviéticos T-26b, que tanta utilidad mostraron a lo largo de la Batalla, la noche del 18-19 de febrero, en ataque sorpresa, los republicanos de la 1ª Brigada Mixta asaltaron el Pingarrón en medio de fuertes combates, aniquilando a sus ocupantes con granadas y cargas cuerpo a cuerpo, a la bayoneta.
Apenas les dio tiempo a fortificarlo; las tropas indígenas lo reconquistaron en cuestión de horas, aún a costa de soportar un 80% de bajas.
Enrique Líster Forján es el jefe de la División C, en el contexto de la agrupación de fuerzas del Jarama (1ª, 1ª Bis y 9ª Brigadas Mixtas)
El Pingarrón está defendido por tropas de Regulares de Ceuta del Comandante Gómez-Zamalloa y de Caballería del Comandante Velasco.
Tras el cónclave celebrado en Ciempozuelos, el día 17 de febrero, al que han asistido, Franco, Saliquet, Mola, Orgaz y Varela, la orden es tajante: Resistir a toda costa. La batalla está perdida, pero nada de retroceder.
El 23 de febrero de nuevo los republicanos suben a esta cumbre, acompañados por los T-26b soviéticos, cambiando de manos al menos cuatro veces. Contraataca el Primer Tabor de Regulares de Tetuan, que estaba en reserva. La 17ª Brigada Mixta republicana llega a tener 1.100 bajas en un mismo día.
La altura del Pingarrón ha pasado muchas veces de unas manos a otras. Ya ha costado a ambas partes varios miles de hombres. Cinco o seis casas y una calva pétrea, lisa y empinada […] Quien la domine mandará sobre un gran trecho del río […] Entre las casas y la colina pétrea, se ha abierto -ya nadie recuerda por quien- una breve trincherita. La ocupan, por turno, ora los fascistas, ora los republicanos. La pequeña trinchera esta inundada de sangre, llena de cadáveres y jirones de cuerpos humanos, despedazados por las explosiones de los obuses. Es imposible distinguir los cadáveres -sólo una cabeza de la que se conserva entera la mitad habla del África por el pendiente de la oreja.
Mijail Koltsov. Corresponsal extraordinario de Pravda
Entre otras disposiciones del orden de batalla y “en un acto de monumental estupidez” –como diría después el brigadista e historiador norteamericano Robert Garland Colodny- el 27 de febrero se ordenar atacar en la zona de la Jara Alta, al Batallón Lincoln, de la XV BI, que apenas llevaba semana y media en el frente. Para entonces, los marroquíes y legionarios se han fortificado a lo largo de los puntos altos de esta meseta que abarca la Cota 700. Han dispuesto ametralladoras para hacer fuegos cruzados entre los islotes de resistencia. Los norteamericanos, que trepan a duras penas las suaves cuestas que conducen hacia las posiciones firmemente defendidas de las lomas más altas, son masacrados apenas iniciada la marcha de aproximación. De los 450 voluntarios internacionales que inician el ataque, caen muertos o heridos más de la mitad, en una maniobra secundaria, que no pasa de maniobra de diversión.
El mando republicano tras comprobar las enormes cifras de pérdidas y lo estéril de estas acciones, ordena dar fin a estos ataques, con lo que se finaliza la Batalla del Jarama.
Consecuencias de la elección del Pingarrón frente a La Marañosa
La deficiente observación de campo del mando republicano pasó por alto el hecho de que la Brigada de Rada se extendía en exceso por el flanco izquierdo del ataque, en una larga línea muy compleja de defender. Mientras, cruzado el valle del Jarama, y aislada tras los puentes, se concentraban en un terreno apenas mayor, tres brigadas nacionalistas, de los coroneles Barrón, Sáenz de Buruaga y Asensio. Concentrar de lleno todos los ataques contra ese núcleo que constituía el grueso del ejército de Orgaz, era lo menos inteligente. La mayor amenaza a esa «cabeza de puente» podría haberse creado con la toma del Espolón de Vaciamadrid y resto de posiciones a lo largo del cordal de Coberteras y Loma Intermedia, cortando las líneas de aprovisionamiento contrarias y tomando sus bases y posiciones artilleras situadas entre el Poblado y la Fábrica de Artillería de La Marañosa, en el Monte del Fraile.
Las fuerzas rebeldes se concentraban entre el Monte de Pajares y cerros aledaños, y el macizo del Pingarrón, contra un enemigo que ya demostraba ser superior en número, y con un río crecido, casi desbordado, a sus espaldas. Sus dos únicos nexos con la retaguardia eran los dos puentes, el del Pindoque y el de San Martín, y algunas pasarelas tendidas sobre el río.
A través de ellos pasaba todo el abastecimiento diario de alimentos, agua, pertrechos y municionamiento, y a su vez, eran llevados a retaguardia, sobre mulas, en angarillas, los muertos y heridos que dejaban tras de sí los combates y el aluvión de fuego lanzado por las tropas gubernamentales.
Sólo para el suministro diario de agua, los nacionalistas debían hacer auténticos milagros, en una zona con absoluta escasez de la misma. En el valle del Jarama no había agua potable y de haber bebido agua del río o de los pozos, probablemente habrían enfermado más de lo que ya se enfermó, de fiebres paratíficas y descomposiciones. Todos los días cruzaba una hilera de abastecimiento de viejas cisternas requisadas, de Obras Públicas, que a menudo se averiaban.
El único respaldo de esa «cabeza de puente» era precisamente la artillería de Rada, situada especialmente en La Marañosa y Cabeza Fuerte, dos verdaderos observatorios naturales sobre el Jarama y Manzanares.