Hará un par de meses, que aprovechando un viaje por tierras de Tudela y Olite, en la Ribera navarra, nos acercamos al pueblo de Carcastillo.
A escasa distancia de esta localidad, se enclava un monasterio cisterciense del siglo XII, llamado Santa María la Real de la Oliva, del que tuvimos noticia hace unos años, investigando los orígenes de la finca de la Aldehuela y el papel desempeñado en el contexto histórico del Real Sitio de Gózquez, al que perteneció.
Tras diversas vicisitudes y muchos aconteceres llegamos hasta finales del siglo XIX, momento en el que una comunidad trapense se instala en el lugar, allá por el año 1889.
Tras años de mucho esfuerzo y sacrificio, esencialmente por lo duro y adverso del medio, se adopta finalmente la drástica decisión de abandonar Val San José -nombre dado a esta Trapa-, en 1927, casi cuarenta años después.
La comunidad religiosa entonces se reparte entre dos monasterios: San Isidro de Dueñas, en Palencia, y Santa María de la Oliva, en Carcastillo (Navarra).
Aspecto actual de la Trapa de la Aldehuela.
Llegados a este último, conversamos con el Padre Isaac mostrándole nuestro interés por conocer más sobre la Trapa de Getafe y la finca de la Aldehuela, que tristemente hemos visto caer en abandono y ruina, merced al desinterés de algunos y a la barbarie y al más absurdo de los vandalismos por parte de otros.
Rápidamente este monje nos pone sobre la pista citando un par de libros:
«La comunidad errante» (1959), de Felipe Ximénez de Sandoval (1903-1978), autor entre otras obras de una biografía del fundador de Falange y caído en desgracia en la postguerra, que pasó unos meses de recogimiento monástico en Carcastillo, entre septiembre y noviembre de 1957, plasmando su experiencia en «A las puertas del cielo» (1957), tras conocer de cerca el modo de vida ascético y la Norma de esta comunidad trapense.
Ximénez de Sandoval había escrito entre otras biografías, una de José Antonio, que tituló «Biografía apasionada«; pero algunas desavenencias políticas de orden interno con otros dirigentes falangistas, que inclusive aprovecharon su supuesta homosexualidad para atacarlo en aquella España de los años cuarenta, le llevaron al ostracismo y alejamiento definitivo de la política.
El otro libro se titula: «Los trapenses: Apuntes históricos de la Trapa» (1912), de Elpidio de Mier (1865-1938).
Este autor esboza una descripción del Val de San José en torno a 1902, aprovechando varias fuentes escritas anteriormente y su experiencia personal, vivida en el monasterio.
Las fuentes históricas fundamentales son las memorias redactadas por tres religiosos, de Santa Susana, de Val de San José y de Santa M.ª la Real de la Oliva, respectivamente.
La primera arranca de 1802. La segunda obra son unos cuadernos escolares del Hermano Abraham, que arrancan de 1880. La tercera fuente es del Hermano Fulgencio Pol (Libros X-XI, «Vuelta a España: De Cerdeña a Getafe»).
Fulgencio Pol nació en Beni Salem (Mallorca), en torno a 1871, e ingresó en la Trapa de Val San José (La Aldehuela) en 1903.
Es por tanto, el narrador fundamental de cuanto aconteció en este lugar hasta el momento de su abandono, tras la compra de La Oliva, gracias a lo ahorrado en esos duros años con la venta del vino y demás productos de la huerta.
Elpidio de Mier, personaje curioso para su época, heterodoxo y controvertido autor literario, monje capuchino en un principio que abandona los hábitos, protestante converso posteriormente, masón, de origen santanderino emigrado a Puerto Rico; también aprovecha sus vivencias en Val San José y describe de primera mano la distribución y estancias del monasterio, junto a otros interesantes datos sobre alguno de sus moradores.
Inicios del Val de San José
Para reconstruir lo más significativo de esta historia, hay que empezar hablando del Padre Esteban (D. Arturo García de Cáceres y Maguregui, en la vida civil), natural del Ferrol, nacido en 1840, en el seno de una familia de marinos.
Tras ingresar en la Escuela Naval en 1856, y pasados unos años de vida de milicia como Tte. de Navío, experimentó su conversión en 1875 tras su paso por Cuba, ingresando de novicio en la abadía de Divierto (sic), y pasando sucesivamente por San Pedro de Cardeña, Ntra.Sra. de Hort y Bellpuig.
En el año 1889, buscando un lugar más amplio para la comunidad, es cuando contacta con Fulgencio Tabernero que le ofrece en venta la casa de la finca de la Aldehuela, de su propiedad, tasada en 320.000 pesetas.
Dos meses después, esta familia mejora su oferta, ofreciendo además como regalo la finca que rodea el lugar. Dom (dómine) Esteban se desplaza entonces a Getafe para conocer el sitio, llegando finalmente a un acuerdo.
Bajo la titularidad de la sociedad «Progreso Agrícola S.A.» se firmarán poco después las escrituras de compra-venta, nombrándose 1er. Presidente del Consejo de Admón. al propio Fulgencio Tabernero, y como Director-Gerente al Padre Esteban García.
Anualmente se celebra Junta Gral. de Accionistas, hasta que en las últimas Actas (1921-1923) se autoriza a Fco.Glez.Rojas (Pdte. Consejo Admón.) a vender los inmuebles de la sociedad.
Primera etapa
Volviendo al momento inicial del monasterio, el día 28 de septiembre de 1890 llega la comunidad a Getafe procedente de Bellpuig (Mallorca).
Según las memorias antes citadas, comenzaría -literalmente- un duro y adverso camino.
La familia Tabernero son ricos hacendados salmantinos llegados a Madrid en 1845.
De sus tres hijas, dos se hicieron monjas, no dejando a la tercera, Petra, seguir idéntico camino.
Casaron a ésta con el Marqués de Llen, por mandato paterno, contra su voluntad, y quiso el destino que falleciera durante el parto de su primera hija.
Muy afectados, padre y madre ingresaron en los jesuitas de Loyola y en la Visitación de Vitoria, respectivamente.
Existieron dos grandes retratos de ambos en la Trapa de Getafe, hasta su clausura.
Al llegar a Val de San José, nombre dado a la Trapa de la Aldehuela, la comunidad estaba formada por 90 religiosos entre Coristas, Conversos, Novicios, Oblatos y Postulantes.
Dos años más tarde, a propósito de la visita del Dom Cándido Albalat, solo se contabilizan la mitad de los efectivos iniciales.
Para entender tal descenso hay que comentar antes, que tras su llegada a la casa, los primeros trapenses hubieron de acometer la ardua tarea de adaptarla a sus necesidades monásticas, construyendo con gran esfuerzo y medios escasos, capilla, claustro, sacristía, refectorio, cocina, calefactorio, sala capitular, puerta de salida al claustro y al cementerio, etc.
El dormitorio se construyó sobre la bodega, creando una entreplanta. Todo en plan muy humilde, con pavimentos de yeso. En el dormitorio no había tabiques, solo cortinas de tela burda y jergones de paja echados sobre tablas.
El agua era escasa, salobre, de pozo; y sucia y turbia la del río Manzanares, ya que arrastraba los detritus de la cercana ciudad de Madrid.
Hacían sopa de pan para comer, que acompañaban de vegetales hervidos, no mejorando su situación hasta muchos años después.
Todo era precariedad. No tomaban leche ni queso para poder venderlo y pagar los intereses de la hipoteca.
Dada la falta de agua potable, que agravó el estado de las personas de estómago delicado, optaron por enviar un carro a Getafe, tres veces por semana, para traer agua del Canal del Lozoya.
En las mesas del refectorio se ponían dos jarras, una para beber y la otra de agua salobre para lavar los cubiertos.
La existencia de varias charcas del Manzanares fue también origen de un paludismo endémico y frente al cual carecían de quinina.
Una a una se fueron secando todas las charcas hasta atajar la epidemia, con lo que mejoraron las condiciones extremas que padecían.
San Bernardo de Claraval, allá en el siglo XII, había recomendado instalarse en lugares insalubres para educar el cuerpo y el alma. Probarse en la dificultad.
Pero todo tiene un límite.
No había ropería. Los hábitos eran viejos, llenos de remiendos y zurcidos.
En el segundo piso del convento se habilitó un espacio, donde la comunidad en pleno asistía a Capítulo, los días de fiesta.
Compraron algunas vacas para poner una lechería en Madrid, pero fatalmente se les murieron.
Endeudados con una segunda hipoteca, las vacas compradas enfermaron y tuvieron que malvenderlas.
Se pensó entonces reforzar la agricultura para salir del bache económico, pero la finca era de secano y no producía lo suficiente.
Arrendaron entonces una finca contigua de Casa Eulogio, convirtiendo en regadío 50 hectáreas de terreno, trayendo agua mediante una acequia -que aún hoy día puede contemplarse-, a través de otra finca más allá de La Torrecilla.
A pesar de que los tomates y pimientos producidos se vendían y el resto se ponía en conserva, las malas cosechas agravaban la crisis y finalmente se sobrevivía gracias a las ayudas y limosnas recibidas.
En abril de 1902, aprovechando la visita periódica del Dom Cándido Albalat, Superior de la Orden, Dom Estéban aprovechó para presentar su dimisión al frente del convento, agotado por los doce años de lucha tenaz transcurridos, partiendo a continuación hacia la Trapa argelina de Staouelli donde terminó sus días.
En junio de 1902 se eligió como nuevo prior, al Padre Jesús Burbano, natural de Pedrola, Zaragoza (1846-1904).
Éste era médico y también atendía a los campesinos de los contornos, que le conocían como «El médico de la Trapa».
Un día sufrió una hemoptisis, brote de tuberculosis, por lo que le enviaron a Panticosa empeorando durante el viaje. Vuelto al convento, finalmente falleció en agosto de 1904.
Por entonces, la vida en el monasterio no había mejorado y seguía siendo muy dura.
Los Hermanos del Coro iniciaron la disensión. Más que en la vida trapense de renuncia y sacrificio, pensaban en cómo obtener ganancias para garantizar su supervivencia.
Nombrado el Padre Pablo Gil como Prior; gran ecónomo, natural de Muro de Cameros, Logroño (nac.1855), que llevaba desde 1890 en la Orden; se verá abocado a afrontar la grave crisis interna.
Dos hombres excepcionales aúnan su esfuerzo en ese momento, generando un gran salto adelante en la producción del convento: Fray Columbano Feliú y Fray Fulgencio Pol.
El primero es de Burriana, y gracias a sus conocimientos de huertano, se levantan las 50 hectáreas de huerta de regadío antes citadas.
Dado que los brazos de los monjes eran insuficientes para la labor emprendida, se contrataron cincuenta jornaleros, que todos los sábados recibían sus jornales, a la vuelta de la venta de los productos de toda la semana en la capital.
Había también en la finca unas viñas abandonadas, y el Padre Fulgencio comenzó a ocuparse de ellas.
Ayudado por Fray Abraham consiguieron producir un vino puro de 15º-16º además de vino de misa, que tuvo buena acogida en Madrid.
A raíz de ésto, incrementaron de 6.000 a 15.000 las cepas del viñedo, ayudados por seis jornaleros.
En el año 1907, la cosecha fue enorme, recolectando racimos de hasta 2 Kg de peso.
Un fraile del Coro, que tenía un brazo amputado de un accidente por manejo de maquinaria, se inició en estudios enológicos.
Segunda etapa
Podemos decir que se produce una inflexión a partir de este momento y se inicia otra nueva etapa de mayor estabilización y desarrollo.
Tras la pura fase de subsistencia de los primeros quince años, bajo mínimos, se abre un período de bonanza, aún a costa de mucho esfuerzo.
Alquilan una bodega, próxima a la estación ferroviaria de Getafe-Alicante y compran a continuación un alambique mediante préstamos.
Se arrienda también otra bodega en Villacañas, dando a la producción vinícola tal impulso que, a modo de ejemplo, en 1925 se llegaron a elaborar 1.800.000 litros de vino con los 2.600.000 Kg de uvas compradas.
Pero entre tanto, el correr de los tiempos acarreaba toda suerte de adversidades.
La gripe de 1918, por ejemplo, afectó a todo el convento. Entre 1918 y 1921 fallecieron 12 religiosos.
Entre la treintena que quedaban se comentaba que el Prior Padre Juan de la Cruz los mataba de hambre, cuando en realidad la comunidad había envejecido, y el agua tan mala disparaba la tasa de mortandad.
Entre 1917 y 1927 entraron 76 postulantes para Coristas y 39 para Conversos, grados distintos de profesar en la Orden, pero finalmente, pocos se quedaban.
Pensemos que en esa época, junto con las duras condiciones de la vida monástica que estamos viendo, se produce una crisis social de ideas y valores en general, que también repercute en las vocaciones religiosas en uno u otro sentido.
Antes, entre los años 1912 y 1918, el Dom Pío, persona llena de virtudes, había dirigido la vida monástica con lemas como: «Todo por amor, nada por la fuerza».
Pero aún así, un grupo de religiosos se mostró díscolo y desobediente, enfrentándose a él, hasta el punto de provocar su dimisión.
El Prior entrante, P. Juan de la Cruz Sola, anteriormente mencionado, tuvo que afrontar esta nueva crisis.
El nuevo Prior, natural de Olite (nac.1871), era del tipo vasco-navarro, firme, enérgico, vivaz, impetuoso y de buen humor.
Estimulaba la mortificación predicando con el ejemplo.
Durante la gripe de 1918 se convirtió en enfermero de todos los monjes afectados.
En esa época se construyó un aljibe y se instaló una noria.
La comunidad tenía 18 religiosos de Coro profesos, 3 Oblatos, 18 Hermanos conversos, 6 Oblatos(sic) y 2 Postulantes, según fuente citada.
Los frailes disidentes fundamentan su queja, admitiendo que son simplemente hombres y no ángeles.
A causa de los prolongados trabajos, extraordinarios, parece que algunos llegan a desfallecer, otros rompen el equilibrio de la Regla y finalmente se produce un decaimiento espiritual.
El Prior tratará entonces de meter en vereda a los religiosos apartados de ella.
Por ejemplo: El Padre A., encargado de la bodega de Getafe, que ya había amenazado al prior anterior -Padre Pío-, con un escándalo, persistía en sus alardes de independencia y soberbia, ya que se sentía insustituible al frente de la producción y venta de vino; no acatando tampoco ningún tipo de llamada de atención ó crítica.
El nuevo prior le impuso un plan de meditación y lectura, obligándole a asistir los sábados al monasterio, pues comprendía que desempeñando aquellas funciones lejos de la comunidad, se había secularizado en demasía.
Dos Padres le convencieron para que acudiera y le prepararon su cama, mas el Padre A. no se presentó, optando por colgar los hábitos.
Hecho ésto, buscó colocación en otra bodega getafense, enfrente justo de la bodega de la Trapa que hasta ese momento regentaba.
Existía otra media docena de monjes discordantes, de los que uno se exclaustró también.
El Padre Prior llamó a Capítulo de Culpas; ceremonia donde cada religioso debía entonar un mea culpa en pública confesión.
Cuando algo sabido por el resto, no se confesaba, los Hermanos debían proclamarlo; siendo ésta una de las observancias más penosas para con el amor propio de cada uno.
Se llegó también a decir, que a veces, el Padre Juan de la Cruz reprendía con exceso de severidad olvidando la fragilidad de la pobre naturaleza humana.
Las celdas del dormitorio seguían separadas entre sí sólo por una ligera cortina. La comida era muy frugal, un poco de arroz, pan, postre, ensalada. Cuando salían de viaje sólo llevaban un trozo de pan en el bolsillo.
Última Etapa
Entre 1918 y 1921, con el fallecimiento de doce religiosos, aparte del Padre que se marchó, de la exclaustración de otro y de la partida de un tercero a la abadía de Viaceli, en Cóbreces, la comunidad queda reducida a treinta religiosos.
Sta.Mª. de Viaceli era un monasterio posterior a Val San José. Se había construido en el período 1906-1910.
Val de San José era continuador del de Santa Susana, en Zaragoza, primera abadía trapense en España, y anterior a San Isidro de Dueñas (Palencia).
La orden cisterciense de la Estricta Observancia no se divide en provincias como otras, sino en casas-madre y filiaciones.
El Padre Isidro Sánchez fue el último Prior de Val San José.
Antequerano austero y trabajador, pero menos inflexible que el Padre Juan de la Cruz.
Dos hermanos muy jóvenes, Agustín Bermejo y Luis Bermejo, ingresaron en el convento por aquel entonces.
De caracteres bastante opuestos, es del Padre Agustín del que tomamos muchos de estos apuntes.
Por la Aldehuela aparecían muchos postulantes pero eran escasos los de auténtica vocación.
En los libros del decenio 1917-1927 se registra la entrada de 76 postulantes para Coristas y 39 para Conversos.
Entonces se trató de paliar la crisis admitiendo niños oblatos de 12 años para que se fueran formando y entraran en el noviciado.
Pero esta tradición se había perdido en la Trapa, y por tanto, la práctica pedagógica.
La experiencia de los 9 niños que ingresaron en 1924 fue un fracaso, pues en 1925 solo quedaban tres, y en 1926 quedaba solamente uno.
El régimen riguroso de vida de la Orden estaba pensado para hombres maduros y no era posible aplicarlo en niños.
En conclusión, no hubo acierto en el fomento de vocaciones juveniles.
La existencia de bodegas en Getafe y Villacañas obligaba a que varios Hermanos vivieran fuera del monasterio por los beneficios que la actividad reportaba.
Lo que constituyó otro importante factor de malestar y desintegración a añadir a todo lo descrito.
De colofón, el Padre encargado del gallinero y otro Hermano seguían mostrando actitudes díscolas.
Tras su destitución, el primero de ellos optó por marcharse saltando la tapia del cementerio. Cuando tiempo después solicitó el reingreso en la Oliva, fue rechazado.
El otro fraile disidente murió al poco tiempo, de una grave enfermedad, pidiendo perdón a todos.
Puerta procedente de la Aldehuela, conservada en la Oliva.La partida
El Padre Isidro siempre mostró claro desacuerdo con el emplazamiento del monasterio, la topografía, el clima, las malas comunicaciones, las dependencias, todo.
Visitando posibles emplazamientos alternativos, descubrió en la Ribera navarra, el monasterio de Nuestra Señora de la Oliva; fundación del Císter reinando García Ramírez (1134), bisabuelo de Fernando III de Castilla y de Luis IX de Francia, que tras muchas vicisitudes a lo largo de su historia permanecía abandonado y en riesgo de ruina.
En 1927 se trasladaron algunos religiosos para ir preparando el cenobio, acomodándolo, previo a la llegada del resto de la comunidad.
El grueso de la expedición salió el 21 de mayo de la Aldehuela, haciendo etapa en San Isidro de Dueñas y cerrando así un ciclo de casi cuatro décadas en tierras de Madrid.
Los comerciantes locales de la sociedad agraria «La Agrícola», en Carcastillo, habían convertido el monasterio de la Oliva en almacén de alfalfa.
El alcalde de Carcastillo y sus hijos les prestaron sus arados, y pronto comenzaron los religiosos a desarrollar las labores agrícolas en la finca, inaugurando otra nueva etapa de vida comunitaria.
La experiencia vitivinícola anterior no dejó buen poso en la memoria colectiva de la comunidad, pues creó grandes desavenencias y engañosas expectativas, muy lejanas de los verdaderos objetivos marcados para la vida de monacato y del espíritu de austeridad y recogimiento de la Orden.
Aprendida la dura lección, el Padre cillerero, humildemente, hoy sólo nos ofrece miel de abejas de los contornos.
El aporte fundamental del libro de Elpidio de Mier mencionado al principio, es una descripción bastante minuciosa de las edificaciones y demás estancias del monasterio de la Aldehuela, así como de alguno de los singulares religiosos que encontró a su paso por la Aldehuela, como es el caso del pintor Cesáreo Vega, ingresado en 1898.
En la actualidad pueden contemplarse en Ntra.Sra.de la Oliva, un par de obras de este pintor que antaño estuvieron expuestas en Val San José, representando escenas religiosas.
Igualmente es posible admirar una puerta artística, de madera labrada, también originaria de la Aldehuela, que ahora cierra la Sala Capitular o sacristía del monasterio.
Conclusión
Con este resumen de las dificultades a las que tuvo que enfrentarse la comunidad religiosa de la Trapa de la Aldehuela, en las breves décadas transcurridas en este monasterio, entre 1890 y 1927, pretendemos resaltar los trabajos a los que un colectivo humano se enfrentó, para salir a flote en un momento histórico bastante difícil de nuestra Historia, con casi todo en contra, desde el medio físico ambiental hasta el medio político y social.
A la vista de las características del territorio podemos hacernos una idea de la dureza de la vida tan en precario en un medio tan hostil.
De igual modo, aún pueden leerse en las hemerotecas algunos artículos que en su contra esgrimía la prensa radical, -en torno a 1900-, haciendo gala de un rancio anticlericalismo, arrastrado de bastantes siglos atrás y exacerbado con las nuevas corrientes de pensamiento, a la luz de las doctrinas de emancipación de clase y mesianismos parecidos de una u otra tendencia, que terminaron desatando airadas reacciones desde el extremo contrario.
Nos encontramos con expresiones que denotan un trato poco respetuoso para con estos religiosos cuyo único afán era vivir calladamente, con discreción, apartados del mundo, creciendo en su experiencia interior humildemente, a base de austeridad y reflexión.
Mas como el ser humano es frágil, a veces todo se vuelve en su contra y cuesta arriba. Muchas veces, los sujetos ante la adversidad, tendemos a la vacilación o a la renuncia.
Y así pasó en esta comunidad, que hubo de sortear todo tipo de crisis, como cualquier otra que entremos a analizar.
Creemos que son de admirar ejemplos como éste, al igual que cualquier otro que los seres humanos puedan desempeñar en otros ámbitos, guiados por sus convicciones o por sus creencias, dando garantías de mutuo respeto a los demás.
Merecen por igual nuestro apoyo y consideración.
Relación de Padres Priores de la Trapa de la Aldehuela
28.SEPTIEMBRE.1890: LLEGADA DE LA COMUNIDAD RELIGIOSA A GETAFE
PADRE ESTÉBAN GARCÍA: 1889-1902
PADRE JESÚS BURBANO: 1902-1904
PADRE PABLO GIL: 1904-?
PADRE PÍO: 1912-1918
PADRE JUAN DE LA CRUZ SOLA: 1918-?
PADRE ISIDRO SÁNCHEZ: ?-1927
21.MAYO.1927: DESALOJO DEFINITIVO DE VAL SAN JOSÉ-LA ALDEHUELA
Muchas gracias por tu artículo.
En «LAZARILLO ESPAÑOL» de Ciro Bayo (Colección Austral Nº 544), el autor hace una descripción de la Trapa de Val de San José, del entorno y de la vida de los monjes que la habitaban.
Animo y seguid con vuestra investigación.
Gracias, super interesante y desconocido para mi
Hola ! Me gustaría suscribirme a vuestra página y estar al tanto de vuestras noticias.Un saludo!
Hola Esther. En la parte superior de esta web encontrarás el formulario para suscribirte.
Gracias, Alberto, por la oportuna cita que nos envías sobre Ciro Bayo (1859-1939).
Este escritor, que podríamos incluir entre los que nombramos como «Generación del 98», amigo de Pío Baroja, que mantuvo correspondencia con Unamuno y en el que Valle-Inclán se inspiró para crear uno de sus personajes de «Luces de Bohemia», tuvo una vida bastante singular y ajetreada, en la que alternó los viajes con la literatura dentro de un panorama descrito como vida bohemia, por las crónicas de antaño.
El libro que citas, «Lazarillo español», subtitulado por entonces como «Guía de vagos en las tierras de España por un peregrino industrioso», editado en 1911, describe en uno de los capítulos al inicio de la obra, el ambiente en torno al monasterio que encuentran los dos protagonistas a su paso por la Aldehuela.
Relato que conocíamos a través de su inserción en otro artículo, que el Taller Hablemos de Getafe publicó en mayo de 2014, titulado: «En todos los sitios cuecen habas», presentado como «relato periodístico de un periodista andarín»; creemos que haciendo poco honor a la calidad literaria de la obra y a su autor.
En este artículo se incluyeron también una serie de artículos de prensa de «La Unión Católica»(1897), «El País» (1900) y «El Globo»(1900), con variadas alusiones a la Trapa de la Aldehuela y a diversos aspectos de la vida del monasterio.
La Biblioteca Castro publicó en 2005, la obra completa de Ciro Bayo compilada en tres volúmenes, y en la introducción del primero de ellos, podemos encontrar una biografía más detallada de este autor, al que de alguna manera trató de emular C.J.Cela cuando se embarcó en su viaje por la Alcarria, en los primeros años de la posguerra (1946).
«Entonces me di cuenta del porqué de los olivares, de las bien cuidadas vegas, alegres campos y viñedos de aquella zona, tan diferente de los sequerales comarcanos. Los trapenses, en pleno siglo XX, enseñaban a los madrileños cómo se funda una colonia agrícola a las puertas de la capital y en sitio que otros diputan por baldíos y de poco provecho».
CIRO BAYO / DON PEREGRINO GAY
Gracias, de nuevo.
Esta parte tan fundamental y cargada de sentido, del relato que Ciro Bayo nos hace de la Trapa, fue obviada en el artículo colgado en la web que hemos citado como referencia.
¡Un saludo!