Moratalaz es el nombre de la populosa barriada madrileña que hoy todos conocemos.
Pocos saben que su historia se remonta a época medieval, y que el origen de tal nombre estuvo en una dehesa así denominada, ubicada algo más al sur del alfoz madrileño, en Yeles.
Es también desconocida la estrecha relación que existió entre algunas dehesas de nuestro entorno actual, en Rivas, La Aldehuela, Villaverde, con aquella.
En aquella época, recién fundada la Orden de Calatrava (1158), las donaciones y adquisiciones de tierra a particulares, así como la cesión de castillos y otras plazas fuertes, por parte de los monarcas, para asegurar su defensa, iban configurando un ingente patrimonial que las más de las veces, disputaban o permutaban con otras Órdenes militares (Santiago, Alcántara, San Juan); empeñadas todas en la dura labor de reconquista desde los enclaves de avanzada más arriesgados.
Así es como fueron posibilitando el lento repoblamiento de los territorios ganados para las coronas de los Reinos cristianos, empujando paulatinamente hacia el mar a los últimos resistentes islámicos afincados al sur de la Península. La dominación musulmana tocaba a su fin, pero dejaba imborrables rastros en nuestro entorno.
Éste empeño de casi cuatrocientos años de duración, significaría la formación de un emporio, dirigido desde las fortalezas y casas-fuertes monacales, por maestres, priores y comendadores de la Orden, según describe, ya al final del proceso, Frey Francisco de Rades y Andrada, en su “Chrónica de las tres Órdenes y Cauallerías de Santiago, Calatraua y Alcántara” (Toledo, 1572), pocos años después de que el emperador Carlos I fuera nombrado Gran Maestre de las Órdenes Militares (1523), nombramiento que marcó una nueva etapa en su historia, tras la creación del Consejo de las Órdenes (1495), institución reguladora de tan omnímodo poder, pero no de sus bienes, que no serán intervenidos hasta mediados del siglo XIX, con la Desamortización de Madoz.
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