Hace unos fines de semana, socios y colaboradores del GIPL nos adentramos entre las tierras del Manzanares y del Jarama en busca del lugar de la atalaya del Recuenco. Torre-vigía de origen musulmán que, apostada junto al valle del arroyo Culebro y la Cañada Real Galiana, vigilaba el incierto horizonte del Medievo.
La atalaya del Recuenco, una huella del pasado árabe del Parque Lineal del Manzanares, serviría después como vértice para el emplazamiento del Mojón número 30, que separaría las tierras para caballeros segovianos y madrileños.
Esta es la breve crónica de nuestra ruta privada a uno de los lugares más bellos e intrigantes del Parque Lineal del Manzanares, la Atalaya del Recuenco por el camino de Valdeoreja.
Al fin hemos podido llegar hasta el Recuenco, esa concavidad que se abre en la línea de lomas, a Oriente de Cabeza Fuerte.
Un cielo algo gris, medianamente soleado, con los caminos secos, libres de los barros que días atrás hacía imposible cualquier intento de acceso, nos ha acompañado en nuestra ruta.
Ya, de atrás, venía nuestro interés por dar con esta torre-vigía o de señales. Tanto da la acepción. Toda la Sierra madrileña emerge en la línea del horizonte, y todo el camino de la Cañada Real, a pie de monte; rumbo al Vado Arenoso del río Manzanares, siguiendo el curso del arroyo Culebro, a través del ancho valle abierto entre nuestra posición y el Cerro de los Ángeles.
Esta media luna del Recuenco, de kilómetro escaso entre puntas, se apoya en varios picachos que rematan la cornisa de terrenos dominantes, a toda la banda derecha del valle.
El camino que hemos tomado no puede ser otro que “…la carrera de Valdeoreja que lleva a Cobañubles”, según cita el Privilegio de Demarcación de términos y amojonamiento entre Madrid-Segovia, dictado por Fernando III en 1239; pasados los primeros tiempos de la repoblación de la Transierra; entrados ya en los momentos de reasentamiento y pugna entre ambos Sexmos, segoviano y madrileño, en conflicto constante por la tierra durante la Baja Edad Media.
Este texto es el que nos ha conducido a indagar en campo por la Atalaya. Y este camino histórico es el que hemos tomado esta mañana: Carrera de Valdeoreja.
Curiosamente se abre hoy un Camino de Oreja, moderno, que apunta a la antigua “heredad de los Freyles de Calatraua”, vado del Culebro (Nubdes, del Fuero Viejo); y una Carrera de Valdeoreja, medieval; a partir del Vértice El Riscal (624m).
Esa Carrera hemos tomado. Ahora se llama: Camino de Getafe a Casa de Gózquez.
Pero, nada de la Atalaya, y menos del Mojón Nº 30, que aquí, según el texto de Fernando III, se asentó.
Hemos ido descartando vértices, uno a uno, por su mala óptica sobre el fondo del valle.
Solamente un pequeño alcor (642.6m) adherido a la Cabeza Fuerte (662.1m) parece cumplir todas las premisas que una Atalaya musulmana de tal índole debiera cumplir.
Pero, de la Atalaya, ni rastro. Pequeñas porciones arrancadas de peñuela caliza. Pequeños rastros de cerámica melada. Únicamente.
Tampoco la explosión primaveral de flores y todo tipo de vegetación ha ayudado mucho en la empresa.
Un senderista de Pinto ha conversado con nosotros, de paso por el lugar, y luego ha seguido su ruta, silencioso.
La Guerra Civil Española en El Recuenco
Sólo nos ha quedado contemplar, por último, desde el Vértice, la red de fortines y trincheras que ha dejado como testigos la última contienda armada civil de éste país.
No se repita otra.
Un testigo directo, Gárate Córdoba, desde su “Mil días de fuego”, alude lo suficiente al sitio como para vislumbrar los combates aéreos, las juras de bandera, los humos y explosiones lejanas, que en días de febrero del 37 animaron estas, ahora, felices soledades, plenas de gratísimo silencio.
Otro día volveremos, a repasar estos campos, rebuscando nueva y pacientemente la Atalaya del Recuenco.
Si puede ser, con menos vegetación y algo más sobrados de tiempo.
Precioso el texto y las fotografías. Me quito el sombrero por los dos. Gracias compañero. El arte está en Internet.
Bonita crónica. Gracias.
Gracias por interesarnos por los terrenos cercanos.
Las flores que aparecen en primer plano sobre el texto: «Tampoco la explosión primaveral de flores y todo tipo de vegetación ha ayudado mucho en la empresa», color lila, son de achicoria ¡salvo error!
Saludos desde aquí al lado: PAQUITA