La Cueva de la Boyeriza es otro de los tipos de cueva artificial que aparecen en el Valle del Jarama, dentro del Parque Regional del Sudeste madrileño; en este caso, dentro del término municipal de San Martín de la Vega; pudiéndose encuadrar en el grupo de cuevas de entorno de poblado prehistórico y protohistórico.
A falta de los datos que la prospección arqueológica y un estudio más profundo y detallado del lugar sacarían a la luz, -cual requiere cualquier investigación que trate de esclarecer el origen y funciones de un resto arqueológico de esta categoría-, vamos a tratar de esbozar una serie de ideas y consideraciones al respecto, como resultado de la prospección visual de la cueva y de su entorno.
Localización – Morfología
La ubicación de la cueva artificial, en un contexto espacial muy específico, parece denotar en principio, el momento histórico de su construcción.
Aparece excavada a media altura, sobre el cantil de la cadena de cerros yesíferos, -denominados Cerros de Coberteras-, que coronan la ribera derecha del río Jarama, entre el espolón del Pronunciado de Vaciamadrid y la dehesa segoviana de Sant Steuan (Santisteban) y Casa de Abajo, del Real Sitio de Gózquez.
Cerros yesíferos donde, más arriba, se encaraman los despoblados bajomedievales de Alvende y Cuelga Mures, de repoblación segoviana y madrileña, respectivamente.
A los pies de la cueva encontramos el caserío de La Boyeriza, justo donde el Camino Viejo de Chinchón y el Camino de Valde Çepos salen al Valle a través del barranco que atraviesa La Marañosa, siguiendo el curso descendente del arroyo de la Majada de Pastores, silente paraje que aún guardan las garitas del polvorín de la antigua Fábrica de Artillería.
Como vemos, lugares cargados de historia y repletos de huellas de todos los momentos culturales de esta civilización.
Mas, si no es accidental la ocupación del territorio de este entorno, dada su estratégica situación entre un cruce de caminos y una gran vía fluvial, la ubicación de la cueva ha venido determinada por la previa existencia de una oquedad natural, habitual en estos terrenos por sus especiales características geotécnicas, que dan lugar tanto a los desprendimientos internos que se observan como a la formación de grandes grietas o diaclasas que acaban con el derrumbamiento de los cantiles.
Ese permanente derrumbe ha dado lugar al gran talud inmemorial que observamos en los márgenes del valle, y que a veces hemos intentado datar. Pues bien, estas cuevas pueden servir de fósil o testigo de datación, pues conservan aún intacta su estructura frontal, a diferencia de otras, en las que ha caído el frontispicio de la cueva y lo que observamos es únicamente un fondo de saco abierto al exterior.
La forma de la cueva y su ubicación denotan un claro aprovechamiento de un hueco natural, al que solo se le practicó algún rebaje superficial del solado, a fin de allanarlo, además del labrado de la boca de entrada, adaptando para el acceso de personas la grieta o abertura original.
Entalladura que también guarda connotaciones muy singulares y cabría adscribirlo a varios momentos culturales. Posiblemente, dos.
Tras la grieta originaria que daba paso al hueco natural, creado por derrumbe o dilución de la veta de yeso, los primeros ocupantes de la cueva crearon un umbral de acceso y un área de estancia más cómodo, tallando la roca.
El acceso, en altura, se hacía salvando un desnivel como de metro y medio, agarrándose a las rocas y apoyando los pies en algunos salientes, lo que favorecía la posibilidad de ejercer una defensa más eficaz del ámbito rupestre y un mejor aislamiento ante posibles ataques de fieras o alimañas.
El segundo entallado parece responder a la instalación de algún sistema de cierre exterior e interior, trampilla o portón, por las molduras labradas en las jambas de la roca; y podría corresponder a períodos posteriores, por lo menos de época tardoantigua o bajomedieval.
Por lo demás, el interior no presenta otras alteraciones a lo que debió ser el hueco natural en origen. Podríamos decir que la cueva tiene forma irregular semiabovedada, que permite medianamente mantener una posición erguida en el centro de la cueva, con acentuada declividad hacia los bordes.
Varias grietas en su interior podrían facilitar las filtraciones de agua e inclusive formar algún encharcamiento a modo de algibe natural. Al centro está excavado lo que parece un pequeño hogar. En las paredes aparece alguna pequeña hornacina como para posar candelas o lamparillas, y también parece haber existido una especie de tabique labrado dividiendo la estancia.
Funcionalidad y datación histórica
Otra pieza clave para este análisis lo constituye la existencia de un cerro de espolón en sus inmediaciones; tramo final de un cerro, en punta, estrecho y alargado, que alzado sobre barrancos por todas sus vertientes, es accesible únicamente a través de un estrecho pasillo o istmo.
Estas formaciones orográficas de cerros de espolón fueron el lugar elegido por los pobladores de este territorio, los carpetanos, durante la II Edad del Hierro, entre los siglos V-III a.C., para instalar sus poblados con unas mínimas condiciones de defensa que acrecentaban excavando fosos de corte o levantando barrerones de piedra, franqueando la franja de acceso.
La existencia de arroyuelos discurriendo al fondo de los barrancos del entorno, garantizaba tanto el abastecimiento de agua del poblado como la caza de ejemplares de la diversa fauna que se acercara a abrevar en los mismos.
Los fértiles limos de ribera fomentaban los incipientes cultivos cerealísticos de entonces.
En la zona que analizamos, donde confluyen las cuencas de cuatro ríos, Tajo, Jarama, Manzanares y Tajuña, ésta es la forma de ocupación del territorio por excelencia, para la fase histórica comentada.
La superficie libre, en el plano del espolón, es determinante para evaluar el grado o nivel de poblamiento que sostuvieron; desde clanes o grupos familiares muy elementales, en épocas anteriores a la Edad del Hierro, hasta poblaciones más complejas y numerosas, del Hierro II, período previo a la dominación romana, iniciada a raíz de su llegada a la Península ibérica en el año -218.
En estos casos se desarrolla un incipiente modelo urbanístico, como podemos ver en el poblado de La Gavia, excavado en la pasada década por el equipo del arqueólogo Jorge Morín de Pablos.
La cueva que analizamos presenta unas características de entorno, que nos hacen asociarla en cuanto a su primera ocupación, a los momentos iniciales de la Edad de los Metales, Calcolítico ó Bronce, a partir de -2.500aC, a grandes rasgos, partiendo de los restos cerámicos que pueden observarse en el cerro inmediato.
En el espolón aparecen además una serie de tajaduras y desmontes del terreno conformando fosos y rampas de acceso, muy similares a las que pueden observarse en Alvende y otros enclaves cercanos de estas características.
El volumen de restos cerámicos que se observan desperdigados en superficie, no es muy cuantioso y tampoco remontan temporalmente las cerámicas a mano del Calcolítico o Bronce, con algún pequeño fragmento suelto del campaniforme; lo que indica un grado de ocupación no muy elevado del espolón; quizás reducido a momentos puntuales o de crisis, en que hubo que abandonar los asentamientos de cabañas del fondo del valle, ya fuera por la simple crecida de los ríos o por la amenaza de otros grupos de humanos.
Tampoco cabe descartar en estos parajes singulares, un uso simbólico, como lugar sagrado, religioso o mortuorio, donde se han encontrado enterramientos en urnas e ídolos-placa asociados a los mismos; a menudo, con restos infantiles o de recién nacidos, de época calcolítica.
En las proximidades, al otro lado del río, se excavó no ha mucho, el asentamiento del tramo final del Barranco del Herrero con tales connotaciones, (Edad del Cobre).
En el despoblado bajomedieval de Cuelga Mures encontramos también un enclave en la cima del pequeño espolón, del mismo signo y características; apto para un pequeño grupo o clan familiar.
El esparto, materia prima por excelencia, de extrema abundancia en este entorno, era un recurso de primer orden para la elaboración de cestería, esteras, vestidos y calzado, así como la abundancia de vetas o afloramientos de sílex o pedernal, necesarios para la industria lítica, y los manaderos hídricos salinos de las proximidades, que proporcionaban la sal, otro de los recursos primordiales para la vida humana y animal.
Las Salinas de Espartinas, en Ciempozuelos, explotadas desde fechas cercanas a -2.500 a.C., como demostró no hace mucho tiempo, el arqueólogo Santiago Valiente Cánovas, da buena cuenta de ello.
Pasado el período prehistórico, comprobamos la ausencia de cerámicas de culturas posteriores. Carente de muestras de cerámica ibérica o carpetana, encontramos solo alguna muestra suelta de época medieval y posterior, e inclusive contemporánea, de ajuares suntuarios, producto de saqueos, trasladados por las tropas en la guerra civil 36-39.
Sabemos por las relativamente recientes excavaciones de Alfonso Vigil-Escalera, en el poblado visigodo de Gózquez, que tras su traslado a la zona de ribera, a raíz de la repoblación bereber (s.VIII-IX) de este territorio, todo el área circundante debió estar sometida a una economía muy elemental combinando los cultivos agrícolas con la ganadería ovina y caprina; dando continuidad, en realidad, a todo el rastro histórico anterior.
De igual modo ocurrió con los repobladores cristianos (s.XI), que solo añadirían a todo lo anterior, la crianza o ganadería porcina, prohibida para musulmanes y judios por dogmas religiosos.
En el transcurso de ese período, poco uso debió tener la cueva. Solo aquél al que le destinaron pastores aislados con sus rebaños o agricultores y aparceros, resguardándose de la noche o la tormenta.
En Tierra de Segovia, a medio camino de los poblados serranos de Sant Steuan-Santisteban y Cuelga Mures, la cueva debió en algún momento ser tomada como propiedad de algún lugareño que instaló un sistema de cierre, con portón o trampilla, para guardar algún tipo de bien o apero.
Inclusive, el hueco de la enorme grieta que se abre junto a la cueva podría haber servido como aprisco natural para cabras y ovejas.
Cinco siglos después, cuando Felipe II diseña su Bosque Real y adquiere Gózquez para nombrarlo Real Sitio, ya figura La Boyeriza junto al agostadero de Gózquez, como gran enclave para la cría y estabulación de estos animales de tiro y dependencia de los monjes jerónimos escurialenses, a los que el monarca encomienda la explotación y administración del territorio.
Los diversos proyectos de la Real Acequia del Jarama, tan ligados a los del Real Canal del Manzanares, procurando tanto la apertura de una comunicación fluvial con el Tajo y el Atlántico, como la mejor explotación agraria y ganadera de estas grandes dehesas ribereñas a través del regadío, marcan soberanamente el futuro de este valle, con consecuencias que perduran al día de hoy.
Todos los posibles escenarios y representaciones del devenir histórico fueron contemplados desde esta cueva.
El paso de las cabañas ganaderas de la Trashumancia, el del bandolerismo y el de los ejércitos de todos los tiempos, comuneros, napoleónicos, carlistas, …
También el paso de los trenes, como cuando hubo que habilitar con carácter de urgencia los Campos de Gózquez para el cultivo de la remolacha, por la pérdida de Cuba (1898) y la perentoria necesidad de suplir la caña azucarera para la producción de azúcar. El tren eléctrico de vía estrecha, tendido entre Torrejón y Ciempozuelos, acarreaba hasta La Poveda las vagonetas cargadas de tubérculos remolacheros para su transformación.
Y también, de modo fundamental, el paso del ejército franquista por los destacados episodios aquí acontecidos, a partir del mes de febrero del 37, durante la última guerra civil, cuando en la madrugada del día 11, un pelotón del 1er. Tábor de Tiradores de Ifni bajo el mando del Cmdte. Molero, se arrastró desde aguas arriba hacia el puente ferroviario del Pindoque, con objeto de sorprender a su guarnición (2ªCía del Bon. André Marty, de composición franco-belga) adscrita a la XII Brigada Internacional.
El resto de la fuerza aguardaba agazapado en el barranco del Camino Viejo de Chinchón, al pie del cerro de espolón que hemos comentado, esperando una señal.
Esta les llegó con las explosiones de las bombas de mano que iniciaban el ataque y la de las cargas de dinamita del puente, que los atacantes no pudieron llegar a localizar y neutralizar en la oscuridad de la noche.
La voladura solo fue parcial, y aquí se inició la segunda fase de la batalla: Cruce del Jarama, encabezada por la III Brigada del Col.Barrón, lanzada a la conquista de las alturas del Monte de Pajares, en la orilla contraria.
En el cerro encontramos varios pozos de tirador abiertos como observatorio, y la carretera que corre a los pies del cantil, hasta la Presa del Rey, es una pista de guerra , al igual que el camino que en la margen contraria conduce hasta los pies del macizo del Pingarrón.
Ambas fueron levantadas a posteriori de la batalla, por compañías de zapadores y destacamentos de prisioneros de guerra.
Hay que decir, descartando posibles similitudes con otras cuevas artificiales desparramadas a lo largo del valle, de poca profundidad y a media altura, que ésta nada tiene que ver con las abundantes catas que a finales del S. XIX se llevaron a cabo a raíz de las concesiones mineras otorgadas para la explotación de minas de sulfato de sosa.
Reminiscencia de aquellas explotaciones son las Minas del Consuelo, por ejemplo.
Se encuentran en el cantil de la ribera izquierda del río Jarama, frente a Ciempozuelos.
Conclusión
Para concluir, hemos de decir que la cueva presenta un buen estado de conservación y de limpieza. Que adolece de la existencia de algunos graffitis o firmas garabateadas en los muros, que solo denotan el desconocimiento o el poco aprecio que algunas personas muestran para un bien histórico y cultural de esta categoría.
Como en cualquier paraje natural, debemos ser respetuosos con el medio y evitar dejar bolsas de basura o envases vacíos en su entorno.
Esperamos que en algún momento pueda llevarse a cabo una investigación más profunda y detallada, con los medios científicos adecuados, y se aporten más datos sobre la historia y aconteceres de esta cueva, a fin de completar su Memoria.
Muy interesante
gracias por vuestra dedicación e informacion
Muy buena información, me ha resultado interesante. Gracias por compartirla.
Viví en La Marañosa de pequeño y una excursión fantástica era bajar en bici por el camino del polvorín (de dónde viene lo de Valde Cepos?) hasta La Boyeriza y luego por el camino (asfaltado hasta la Presa del Rey sobre el 86) a lo largo de los cerros. Lo llamaban entonces La Sopeña, nunca he vuelto a ver ese nombre.
Nos gustaba entrar en las cuevas, una de ellas la del artículo, pero la estrella era la «de Luis Candelas», junto a un pozo de agua que alimentaba La Marañosa. Me gustaría algún día alguna nota sobre ésta, su origen o la razón del nombre.
Muchas gracias por vuestro trabajo
Hace un tiempo, hicimos un recorrido por el Camino de Valde Çepos, hasta donde nos permite el vallado de la zona militar.
Esgrimimos entonces varias posibles teorías sobre el origen del topónimo, en el artículo que redactamos tras la excursión.
A fecha de hoy, creemos que todo es más sencillo.
Esta primavera, observamos que en los charquillos del arroyuelo que desciende desde la Marañosa, paralelo al camino, había una concentración de pequeños renacuajos como nunca hemos visto en estos parajes. Por centenares y en diversas fases de desarrollo, debido al rico humedal de la angostura.
Conclusión: El topónimo medieval, Valde Çepos, tomado de un documento regio de 1239, debe leerse: Valde Sepos, expresión deformada de Valde Sapos.
Como sabemos, la toponimia, comunmente es vehículo de alguna característica del territorio que nombra.
En cuanto a La Sopeña, es también un topónimo bastante común e itinerante en la cartografía histórica del territorio que tratamos, como El Berrocal, por ejemplo.
Así se denominaron respectivamente, el espolón de Vaciamadrid y el del Piúl en época medieval. Este último por los afloramientos de sílex, piedra de pedernal.
Hace tiempo que tenemos previsto escribir algo sobre la Cueva de Luis Candelas, también de indudable valor histórico.
De momento, gracias por tu interés.
Un saludo.
Qué estudio tan bueno, sobre esta pintoresca zona de la Provincia de Madrid