Iniciamos esta Ruta en el mismo lugar donde echaron pie a tierra los voluntarios internacionales de la XIV BI, aquella tarde del 14 de febrero, cuando se decidía en el Alto del Moro, en torno a la Casa de la Radio y el Kilómetro 30, el destino de la batalla. A bordo de una larga ristra de camiones, llegaron casi anocheciendo al, por aquel entonces, Km16 de la M-313, a cubrir huecos en este sector del frente, defendido por la XI y XII BBII.
Pasaron la noche en estos parajes, -aún contemplamos los refugios excavados en los taludes arcillosos-, y al día siguiente marcharon a la trinchera del ferrocarril del Tajuña, (‘Avenida Putz’) para lanzarse contra las Lomas de Majadahonda y Valdepeñas, entre la Casa Amarilla y el Chalet Blanco.
La 4ª Bandera de la Legión, acababa de desalojar las débiles posiciones en torno a esta edificación, repeliendo las arremetidas de costado de los carros rusos.
En tanto que un batallón se desplegaba hacia el Monte de Valdepeñas y Alto de Valdecorzas, los otros dos trataban de encaramarse a las alturas del Chalet, envolviéndolo desde el Arroyo de los Torilejos y la meseta de El Alto.
Los Batallones Henri Barbusse y La Marsellaise, sostuvieron los combates hasta bien entrada la noche, el Chalet terminó destrozado a morterazos y los legionarios aguantaron tenazmente en sus posiciones, -que no variaron hasta el final de la guerra- sin ceder un palmo de terreno.
Este breve comentario sirve para situarnos en aquel contexto histórico, a la hora de interpretar los restos bélicos que vamos a visitar.
Esta zona se enclava entre la 1ª Línea republicana, del sector del frente del Milano-Casa de la Radio, distante 2 kilómetros a poniente, y la 2ª Línea, construida en torno al Vértice Valdesemorial, 3 kilómetros a retaguardia.
Partiendo del tramo cerrado de carretera, donde puede dejarse aparcado el vehículo de apoyo, iniciamos la ruta cruzando la misma y virando a la izquierda hacia la ladera de la loma del Guijarral. Toda la zona es una enorme cantera natural de cantos rodados, guijarros; de ahí su nombre.
Esta se alza sobre la cuesta de la M-313 y en ella se excavó una posición de control de este importante cruce de caminos que aseguraba el abastecimiento y las evacuaciones de este sector del frente.
Siguiendo la arista superior de la loma descubrimos la línea de trinchera excavada a todo lo largo, en zig-zag, dotada de puestos de tirador, nidos de tierra para armas automáticas, refugios subterráneos; y a retaguardia, el área campamental y Puesto de mando de Compañía. (N40º 15.794′ – W03º 26.956′ Datum WGS84)
Hemos de procurar no derribar los restos con nuestras pisadas, evitando la demolición de las aspilleras de fusil que aún conservan su estructura original.
Llegados al extremo septentrional de la loma, la trinchera va virando hacia levante, culminando su traza en el Camino Viejo de Arganda a través de zanjas de comunicación, en la zona a espaldas de la posición, dedicada a campamento
El viejo camino recorre este tramo en cuesta, rehundido entre las cuevas-refugio excavadas en el desmonte de la loma y el repecho de tierra y mampostería alzado al otro costado, para protección de los acampados, ante posibles ataques aéreos o fuego de artillería.
Las unidades que aquí descansaban relevaban periódicamente a las unidades de 1ª Línea en turnos de diversa duración, semanas o quincenas, normalmente.
Todo este conjunto fortificado se ejecutó meses después del final de la batalla (27.feb.37), con los diversos planes de fortificación en profundidad de este sector del frente del Jarama que culminaron con las obras de la 2ª Línea.
Las unidades destacadas en esta zona integraban el III Cuerpo de Ejército republicano, 15Div y 13Div, 17BM, 18BM, 110BM, y 5BM. El P.M. de la 15Div estaba instalado en Morata de Tajuña.
Destacan dos construcciones de planta rectangular, construidas a base de mampostería de piedra caliza, que dieron acogida al Puesto de mando de Compañía de esta posición.
Ascendiendo la cuesta, camino arriba, llegamos casi al punto de partida, apreciando en el cambio de rasante, restos de carriles inmemoriales excavados en el afloramiento rocoso, a fin de que no volcasen las carretas, sirviendo de guía para sus grandes ruedas de madera.
Descendemos ese breve repecho y en el cercano cruce de caminos tomamos la ancha senda descendente hacia la izquierda, que conduce hasta la confluencia de los barrancos de Valhondo y Valdepozuelo.
En este último existe una poza o charca de agua cristalina, en el centro de un pequeño carrizal, que desde época medieval surtía a los repobladores de esta zona de frontera, dando nombre al vallecillo.
Desde el inicio de la senda, que los mapas nombran como Colada del Camino Viejo de Chinchón, van apareciendo más zonas campamentales de la retaguardia republicana, fáciles de identificar por la hilera de cuevas abiertas a pie de senda, en los escarpes, y algún que otro puesto de vigilancia.
Todo el paraje está poblado de pinos y otras especies de monte bajo mediterráneo, matorrales y encinas.
Se observan también ciertos escalonamientos en los desmontes del barranco, sostenidos por irregulares muros de mampostería, que parecen responder a bancales del terreno para evitar su erosión, en unos casos, y a caminería de ascenso o de evacuación, en otros.
A algo menos de 500 metros desde el inicio, se abre a la derecha una senda en cuesta, gradualmente ascendente al denominado Cerro de Valdepozuelo, que hemos de tomar.
Siguiendo esta senda en dirección SE, remontando varios repechos, llegamos a una zona de llano, bordeando las alturas que dominan el barranco de Valdepozuelo, hasta avistar un chozo pastoril de piedra, que guarda en solitario estos parajes. (N40º 15.639′ W03º 26.195 Datum WGS84).
Son construcciones singulares repartidas por los lugares más insospechados del campo, pero siempre con una clara finalidad de resguardo de agricultores y pastores, ante la noche o la tormenta.
Siguiendo en dirección SE, a través de una zona de pinarillos de repoblación, tratando de no perder cota de altura, vamos a toparnos con el Camino de la Fuente del Valle, en un paraje donde se hallaba la Casa y el Corral de la Boca de la Zorra. Curioso topónimo de un enclave hoy desaparecido, del que encontramos una vaga alusión en un plano topográfico de finales del siglo XIX, y una curiosa reminiscencia en Vallequillas, en donde arranca un Camino con este nombre, que también fue en el pasado, ‘de la Cueva del Arrope’.
Siguiendo hacia mediodía unos pocos metros, damos con una torre metálica que sostiene una de las líneas eléctricas -LEAT400KV- que confluyen en la Subestación transformadora próxima.
Hay que seguir la hilera de postes hacia levante. Dos postes más allá estaremos en el Cerro de la Atalayuela, pequeña elevación en mitad de esta ancha planicie boscosa de olivares milenarios, donde encontramos una posición en círculo de la 2ª Línea republicana, antesala de las de Campanillas y Vértice Valdesemorial, dispuestas para un caso de rebase de la 1ª Línea del Vértice Milano. (N40º 15.284′ W03º 25.398′ Datum WGS84).
Pueden observarse los nidos de ametralladora y trincheras excavadas, formando una corona, además de algunos muros de sólida mampostería reforzando el costado norte, suplementando los declives del terreno.
Sabemos por la toponimia actual, que aquí existió una atalaya medieval (torre-vigía).
Así lo confirma el Amojonamiento del Alfoz de Alcalá (1209-1214) de Alfonso VIII: ‘cabeçuela que dizen de la Atalayuela’ .
Pese a la falta de restos visibles en superficie, la prueba del poblamiento del paraje lo demuestra la abundancia de restos cerámicos de vedrío, bajomedievales, de tonos verdosos y anaranjados.
Tras la contemplación del entorno, que fue divisoria entre términos de Alcalá y Segovia, volvemos sobre nuestros pasos retomando la traza de línea de postes, pero en el sentido opuesto.
Tras rebasar los cuatro primeros, hemos de enlazar con otros tres que siguen esta alineación, siempre hacia poniente, sin llegar a la Subestación transformadora.
A lo largo de la proyección vertical de esta traza eléctrica encontraremos diversos restos de la Raya medieval en forma de mojones arcaicos, montonera de piedras guardando cierta geometría, que no tienen nada que ver con las que los labradores van separando de la tierra y acumulando en el borde de los sembrados.
El reencuentro con el Camino Viejo de Arganda, que en planos actuales figura como de Cerro Hundido, desviado para la construcción de la Subestación, nos aproximará hasta una vieja cantera, interesante de contemplar, que marca otro de los modelos de explotación de la piedra caliza de este territorio.(N40º 15.571′ W03º 26.645′ Datum WGS84).
Hay que proseguir el Camino, en descenso, que bordea la Subestación por el norte, hasta dar con el cruce del inicio de la ruta.
En total, se trata de un recorrido de no más de dos leguas, aunque la dificultad estriba tanto en la irregularidad o diversidad del terreno como en los desniveles a acometer, o en los tramos entre el laberinto de olivos carentes de sendas a seguir.
También pueden visitarse los lugares señalados mediante paseos más cortos, pues todos se enclavan en zonas de gran valor paisajístico además del valor histórico que nos motiva.
Como decíamos en algún lugar, se trata de territorios con claro sabor a lo inexplorado, fronterizos; aún vírgenes a pesar del paulatino avance de lo que nuestra civilización ha convenido en llamar ‘progreso’, por sus contornos