Para esta sexta edición de nuestra ruta anual por los restos de la Guerra Civil hemos escogido un nuevo escenario, cerca de Morata de Tajuña, que nos vuelve a servir para exponer a nuestros socios los sucesos históricos que acaecieron aquí durante la Batalla del Jarama.
Partimos junto al antiguo emplazamiento de la Casa de la Radio, para continuar por la vía verde que se construyó aprovechando el antiguo trazado del Ferrocarril del Tajuña (Tren de Arganda), y llegar después a la Casa de las Avispas. Primeros hitos del altiplano entre el río Jarama y el Tajuña, por el que durante la Guerra Civil ambos bandos acabaran desangrándose hasta el puro agotamiento.
Cuando ya parecía vencido el cruce del río y el remonte a la meseta, aparecieron los olivos…
Enorme extensión sin ningún referente para los batallones de Sáenz de Buruaga que una o otra vez se lanzaban a lo largo de una franja de poco más de tres kilómetros de profundidad por uno y medio de anchura, tras cruzar el Pindoque el día 12 de febrero de 1937. Tras tomar la Casa Blanca de Vallequillas e instalar allí su puesto de mando.
Únicamente una silueta a lo lejos; al igual que hoy se vislumbra desde cualquier confín y en lontananza el enorme complejo cementero de El Alto del Moro de la empresa Portland Valderrivas.
La Casa de la Radio Militar con forma de castillete blanco, esperaba al final del olivar, como marcando un destino, una dirección, y hacía allí apuntaron todas las armas y todas las esperanzas de ganar la batalla.
Finalmente, el día 17 las baterías republicanas se emplearon a fondo hasta demoler la construcción y evitar su uso como observatorio a los contrarios, después de tres intensas jornadas de lucha y de dolor. Solo contaba con diez años de existencia.
Allí terminó la batalla, y hoy, desde este mismo lugar evocábamos todo esto y la memoria de los más de quince mil soldados que pujaron en este breve espacio. Banderas de legionarios y falangistas, brigadas de voluntarios internacionales y brigadas mixtas españolas. Todos presentes.
Por el contrario; a la Casa de las Avispas no ascendieron los contrincantes y la enorme divisoria del Arroyo de los Torilejos cumplió con su papel de foso defensivo, al borde de la posición republicana blindada de Valdepeñas, y de esta mediana alquería en altura, excelente observatorio de todos los cerros de espolón clavados contra el valle y de la misma capital de la gloria, al fondo de la perspectiva, sometida sin descanso al acoso de los guerreros.
También ella cayó bajo las bombas, y ambas ruinas sobrevivieron a la ruina de todos varias décadas después, ya con otro nombre. A esta le llamaron la Casa Amarilla y aquella siguió como la Casa de la Radio.
Con menor sentido lírico, y cierto pesar hondo, hemos recorrido el trayecto en trinchera de la vía, de un punto a otro punto, comentando en voz alta todo esto.
Otro año de marchas y de estudiar el pasado desde el paso de aquel tiempo para alumbrar otro futuro.