Como cada mañana, Hermenegildo prepara al alba los cestos de mimbre y carga las mulas. Tiran de un carro destartalado de tanto subir y bajar los cerros a por piedra de yeso. El horno aún conserva los restos de la cocción de ayer, porque en Madrid demandan más yeso para un nuevo edificio en construcción. Los precios no son buenos y hay que aprovechar cada oportunidad para dar de comer a la familia, mujer y dos niñas que a esta hora aún duermen en las Casas del Canal, pasada la Décima Esclusa.
A pocos metros, el Canal del Manzanares está lleno de agua por el sellado de la presa del Puente del Congosto. El exceso sale por el aliviadero e inunda un vado pegado al río. A los pies del camino una chalupa flota en las aguas recién doradas por el sol que sale tras los montes de la Marañosa.
Los restos arqueológicos del horno de la Décima Esclusa y las Casas del Canal serán visitados en la próxima ruta del Real Canal del Manzanares, que se celebrará los días 1 y 3 de octubre. Un nuevo capítulo de nuestro cuadernillo habla sobre esta instalación.
Aprovechando el vado del arroyo, Hermenegildo deja atrás la casa seguido de sus mulas. Se interna entre los cerros hasta llegar a las Canteras de la Greda. Hoy va solo porque la cuadrilla que le ayuda encontró una oferta mejor en una explotación ganadera cercana. No corren buenos tiempos para un oficio duro y mal pagado.
A fuerza de mallazo la falca va descubriendo la pared de un terreno en un corte vertical, en busca de la veta de mineral. No es complicado encontrarlo, el yeso inunda todo el valle del Manzanares.
Hermenegildo es hábil con el pico de cazo y punta, que utiliza para arrancar el mineral de la madre tierra. Tras cargar varias veces los cestos y llenar el carro, las mulas comienzan el viaje del yeso.
La roca ya está seleccionada y cuando llega junto al horno, la distribuye en el suelo por tamaños. Las niñas ya se han levantado y se oyen sus juegos dentro de la Casa de los Albergues. María, su mujer, sale con un chusco de pan untado con un trozo de tocino rancio. Junto a la boquera del horno hay un botijo, que a veces tiene vino y que sirve muy bien para limpiar el engrase del almuerzo.
El descanso dura apenas diez minutos y la tarea se reanuda de inmediato. Hermenegildo comprueba por la boquera los soportes de la reja dentro del hogar, incrustado en los cantiles para guardar mejor el calor.
Ahora se dispone a armar el horno, y sube la pendiente de los cerros llevando un cesto con piedras de yeso cada vez. Le pide a María que se meta en la cámara, sobre la reja, para que le ayude a colocar el mineral por la apertura superior. Él le entrega primero las piezas más grandes y luego las más chicas, con las que finalmente cubren la bóveda abierta de la cámara.
La madera es uno de los principales productos del Canal del Manzanares. No es frecuente disponer de ella para alimentar el horno, por lo elevado de su precio, así que el matrimonio tiene que arramplar con todo lo que pueda arder, metiéndolo por la boquera, justo debajo de la reja sobre la que descansa todo el mineral cuidadosamente dispuesto por María.
Son las doce del mediodía y encienden el horno. Durante toda la jornada deberán vigilar que no se apague ni sea demasiado vivo o débil. Si eso falla, toda la piedra de yeso se habrá echado a perder. La tarea es esclava y dura, puesto que hay que inclinarse y meter buena parte del cuerpo dentro del hogar para retirar constantemente las cenizas, tras lo que hay que realimentarlo con nuevas ramas y matorrales secos.
Ya bien entrada la madrugada, un penacho de humo blanquecino anuncia que la cocción ha terminado. Hermenegildo apaga el hogar y cubre la bóveda y la boquera con tierra para evitar que escape el calor.
Hoy ha habido suerte y no ha llovido, por lo que horno no precisa de más vigilancia y reposará durante toda la noche hasta que el yeso se enfríe por completo y termine de deshidratarse.
A la mañana siguiente vendrán dos personas, una de la administración del Canal, la otra un peón conservador de alguna esclusa. Hermenegildo les tendrá preparada la piedra al pie del camino de sirga. Manuel, el de administración, le cobrará el arrendamiento del horno.
Mañana el usufructo no cubrirá los costes y Hermenegildo tendrá que volver a ajustar de gañan en alguna de las fincas del Canal, cuando el horno le deje unas horas libres y las pestañas chamuscadas.
Muy bonita la acurela del horno de yeso.
habría que hacerte un control antidopaje cuando escribes estas cosas 😉
Es el rollo Parque Lineal, que «engancha»….