Aprovechamos las últimas palabras del Madoz para resumir rápidamente la historia del Real Canal del Manzanares, protagonizada en su mayor parte por la Casa de Borbón.
El Real Canal del Manzanares no sólo fue un ingenio para permitir la nevagación, fue también un sueño ilustrado que calaba profundamente en la moral de la época, convirtiéndose en un reto político nunca exento de manipulaciones partidistas que duraron incluso hasta su completo abandono.
Junto a la irregular navegación conseguida, debieron nacer decenas de actividades ligadas a esta. Desde la producción industrial de los molinos o de las canteras y hornos de yeso, hasta el mero aprovechamento ornamental que colmó los deseos ególatras de Fernando VII, pero que nos dejó unas obras de inestimable belleza.
El Real Canal del Manzanares: industria y jardín
Ya en la segunda mitad del siglo XVIII, siendo regente Carlos II (el último rey de los Habsburgo), se abrigó la idea de la construcción de un Canal que hiciera el Manzanares navegable y que diera cierto prestigio a la Corte de Madrid.
Quizás por cuestiones políticas o por intrigas palaciegas, el proyecto no ve la luz hasta el año 1.770, en el que siendo rey Carlos III, se inician la obras del Canal mediante la constitución de la compañía pública que ejecutaría un proyecto tan costoso.
La decisión de Carlos III fue fundamental, pues es este monarca quien apoya la idea, muy acorde con los deseos ilustrados de modernización, impulsando diferentes medidas tendentes a facilitar su construcción, ya fuera en la expropiación de tierras, como en la financiación de las ambiciosas obras.
Probablemente la muerte de este Borbón también supone la desaparición de sus deseos, quedándose el proyecto paralizado en la Octava Esclusa.
No sería hasta la llegada al trono de Fernando VII, cuando el Canal sufre variaciones. La Guerra de la Independencia debió dejar profundas secuelas en el entorno del Canal, por lo que el Rey, a su regreso de Francia, inicia una serie de obras que restauran las instalaciones y crean otras nuevas. Así, se producen reparaciones en varias de las esclusas del primer tramo del Canal: Puente Abroñigal (1.826-1.830), Segunda Esclusa (1.831), Tercera Esclusa (1.841), Cuarta Esclusa (1830-1831), Puente de la Gavia (1.818), Quinta Esclusa (1.818), Séptima Esclusa (1.825), y aparecen reseñas de que fueron reparadas o completadas con su gallipuente o instalaciones de mantenimiento, todas ellas en la primera mitad del siglo XIX.
Además, Fernando VII fija una residencia en la Cuarta Esclusa y decide embellecer el entorno del Canal, en esta ocasión dándole un uso más lúdico, transformándolo en lo que pudo ser un gran jardín. Las nuevas instalaciones impulsadas por el monarca, tenían un aspecto más cuidado y cumplirían el doble papel de ser operativas para la navegabilidad del Canal, y la de servir de decoración al vergel de Fernando VII.
En esta linea, Fernando VII casi completa el proyecto inicial del Carlos III al construir la Novena (1.821) y Décima (1.825) Esclusas, además del Puente del Congosto (1.821), Cambroneras (1.826), Migueles-Hundimiento (1.829) y las excavaciones del Embarcadero de Rivas (1.826), todo ello en este segundo tramo del Canal.
La muerte de Fernando VII en el año 1.833 supondrá el paulatino deterioro del Canal y de las ideas que llevaba aparejadas, esto es, servir de vía de comunicación y producción para Madrid, además de explotar un marcado carácter lúdico y ornamental. Eso no significó que el Canal fuera abandonado, sino que pasó a un segundo plano desplazado por el ferrocarril y los nuevos gustos de la Corte española. Así, en el año 1.845 se subastó el salto de agua de la Cuarta Esclusa para edificar el Molino de Cartón.
Tras la construcción de este artefacto, Montero de Cruz nos cuenta que a finales del siglo XIX la putrefacción que alcanzaban las aguas del Canal a la altura del Molino, era prácticamente repulsiva. Así lo atestigua también el hecho de que el Ayuntamiento de Madrid procediera a cegar el Canal desde su nacimiento en el Puente de Toledo hasta el puente de Santa Isabel en el año 1.862. Parecían claras dos cosas. La primera es que, habida cuenta del funcionamiento del Molino instalado en la Cuarta Esclusa, la navegación e incluso la propia esclusa estaban ya canceladas en este tramo, sosteniéndose en los siguientes quizá por la suerte de aportaciones extra de agua procedentes del río en dudosísimas calidades y formas, desde luego todas ellas particulares de los ocupantes de los terrenos. La segunda era que, por razones evidentes, el Real Canal del Manzanares ya se encontraba en absoluto abandono, dedicándose de manera caótica a otros menesteres con aguas de escasa salubridad, ora para la producción de algún molino resistente a desaparecer, ora para el riego de los pequeños campos de cultivo.
El abandono del Canal ha llegado desgraciadamente hasta nuestros días, conservando perfectamente estos usos privados heredados de finales del siglo XIX. Así, aunque ya no exista ningún molino completamente en pie, sí se conservan tramos con agua para riego (procedente de la depuradora de La China), o tramos que sirven de foso para el cercado de algún campo. Las portentosas instalaciones de las esclusas que permitieron hace dos siglos y medio la navegación del pequeño río de Madrid, han acabado destruidas por alguna obra o sirviendo para otros usos muy alejados de lo que debería ser.
En la actualidad el Real Canal del Manzanares está protegido por la normativa del Ayuntamiento de Madrid y conforma una zona «VT Vía de comunicación de dominio público» o «HG Hidrografía natural (río,laguna,arroyo.)» en el municipio de Getafe. En cuanto a su futuro se abren las puertas de una leve esperanza de recuperación del entorno del Real Canal y del propio Canal: el Plan Especial de Infraestructuras Manzanares Sur (PEIMANSUR).
El Canal se usó para varios usos orientados a la producción, entre los que se podría destacar:
- Transporte de yeso proveniente de los cerros circundantes.
- Fuerza motriz para el movimiento de molinos con diversísimos cometidos, como el de la fabricación de papel o la de pólvora.
- Cultivo de moreras y producción de gusanos de seda para la Real Fábrica de Tapices.
- Riego de los campos. Este cometido perteneció a una fase de decadencia del Canal.
Pero el Canal también se uso, especialmente en la época de Fernando VII, con un objetivo puramente lúdico:
- Residencia de recreo del rey.
- Vivero y jardín fluvial.