Corría el año 1998 cuando en el transcurso de la fase de impacto arqueológico de la ampliación de la Línea 9 de Metro (tren de Arganda) entre las estaciones de Rivas Futura y Rivas-Vaciamadrid, se encuentran los restos de unas cabañas neolíticas y un pequeño núcleo productor con varios silos subterráneos. El conjunto estaba situado sobre una ligera elevación, con vistas a la margen izquierda del Jarama, muy cerca también del río Manzanares.
Se trataba del yacimiento de la Deseada, en Rivas-Vaciamadrid, la única muestra arquitectónica en la Comunidad de Madrid de ese escaso Neolítico Antiguo madrileño que ya hemos comentado en capítulos anteriores. Se trataría pues de un testimonio de esos primeros hombres que encabezarían los cambios en la región de Madrid.
La aparición de la agricultura y la ganadería en el neolítico conformaron al hombre moderno, que pasa de sercazador y recolector a ser productor. Abandona el nomadismo y se hacesedentario, se establece en un lugar y dispone de más tiempo para perfeccionar sus nuevas habilidades. La Deseada resume muy bien este cambio que acababa de llegar a la región madrileña.
La cabaña que se excavó en el yacimiento de la Deseada describe el nuevo hábitat del hombre neolítico que, a grandes rasgos, comienza a abandonar las cuevas y a construir chozas cerca de los ríos para explotar los campos más fértiles.
La de Rivas fue una estancia muy prolongada, y la excavación demostró que se reutilizó varias veces a lo largo del tiempo, con varios niveles de ocupación. El hombre abandonaba lentamente su nomadismo y se establecía en lugares muy concretos para desarrollar sus nuevas habilidades.
La cascada de cambios, siempre muy paulatina y a distintas velocidades según el lugar, fue contundente, definitiva y revolucionaria a largo plazo. Las primeras producciones irán generando excedentes, cuya novedad obligará a tratarlos de forma separada por primera vez en nuestra historia. Surgirá la necesidad del almacenaje, que será resuelta de diferentes formas como veremos en La Deseada, pero que posibilitará la aparición de la cerámica.
Fondos de cabaña y nuevos espacios de almacenaje
En la Deseada de Rivas, además de la cabaña, se excavan por los arqueólogos cuatro fosas usadas como silos para almacenar el excedente de grano. Las cabañas neolíticas, normalmente circulares, con postes perimetrales y unas paredes y techumbre de ramas, no han dejado más resto que el de los agujeros donde se asentaba la estructura de su única habitación, desapareciendo cualquier otra evidencia material.
No así sus silos, que al final de su vida útil eran rellenados con restos diversos como cerámica, huesos y otros deshechos conformando una especie de tierra oscura. De esta forma se amortizaba la construcción inicial, terminando su vida útil como un basurero, permitiendo que el poblado pudiera habitarse durante más tiempo sin problemas de salubridad.
Estos hallazgos representan los conocidos «fondos de cabaña» neolíticos, un cambio en las propiedades y composición del substrato que evidencian la acción y actividad humana. Precisamente la propia estancia, excavada ligeramente en el suelo para evitar la pérdida calorífica, suele dejar un rastro parecido. Las ya mencionadas marcas de los postes, un fuego, la tierra pisada, el suelo cubierto de restos de cerámica por sus propiedades refractarias, etc, son acciones humanas dentro de estas hogares que han dejado estas marcas de «fondos de cabaña«, también observables en el interior de La Deseada.