Hace unos 300 m.a, durante el Paleozoico -antiguamente Primario– se forma el supercontinente Pangea agrupando la totalidad de las tierras del planeta en una única superficie. Diferentes fuerzas y tensiones entre las placas tectónicas provocarán después, hace unos 200 m.a, durante el Mesozoico -anteriormente Secundario– su progresiva separación, formando los continentes que hoy conocemos.
La orogenia de nuestro país y buena parte de su historia, estará influida por este hecho, como veremos. La región de Madrid, en el centro de la unidad más antigua de este territorio, la Meseta, podrá explicar su paisaje actual sólo volviendo la vista a este primitivo instante.
Las Terrazas de Manzanares y Jarama serán uno de los últimos acontecimientos geológicos en nuestra región, de extraordinaria importancia porque se solapa con el origen de nuestra Prehistoria, de la aparición de los primeros seres humanos. Ambos acontecimientos, íntimamente relacionados, son la antiquísima base de lo que somos y de lo que es nuestro paisaje actual. Geología y prehistoria, ser humano y medio, caminarán juntos.
La historia geológica de la Península
De Pangea a la Cuenca de Madrid
Las tierras de la Península se localizarían durante el Paleozoico aproximadamente al Sur de Laurasia(Paleoeuropa), el continente que se desgajará de Pangea colisionando con Gondwana (del que surgirá África). Entre estos enormes bloques estará el mar de Tetis, la gran fosa oceánica que originará el Mediterráneo cuando el Tetis se cierre ante el avance de ambos continentes. La posición del enclave que millones de años después verá nacer a la Península Ibérica, sufrirá las tensiones orogénicas propias de su posición periférica.
Paleozoico, surgen las tierras de la Meseta castellana
Las fuerzas contrapuestas de Paleoeuropa y Gondwana irán estrechando durante el Paleozoico el Tetis, en el cual se habían estando acumulando sedimentos durante épocas anteriores. Estos sedimentos, más flexibles que las rocas continentales, irán cediendo, empujando del fondo marino a las primeras tierras de la Península Ibérica. Aparecerán el Macizo Galaico y el núcleo de ambas mesetas castellanas. Este zócalo macizo formado por granito y gneis es elmacizo Hespérico o Herciniano. Actualmente la Comunidad de Madrid se asienta sobre este zócalo granítico.
Mesozoico o secundario: el arrasamiento de la Meseta
Hace unos 252 m.a. durante el final del Paleozoico (Primario) y todo el Mesozoico (Secundario) se va produciendo una gran erosión del macizo Hespérico, desgastando durante miles de años sus cumbres, igualando alturas y arrastrando parte de los sedimentos a la periferia, de nuevo al fondo del Tetis, quedando también el zócalo paleozoico cubierto de ellos. Esta gran superficie de arrasamiento postherciniano será la base de las grandes mesetas castellanas, las tierras más antiguas de nuestra Península.
Cenozoico o Terciario: la Orogenia Alpina
Será hace unos 66 m.a. años, al principio del Cenozoico -antes Terciario– cuando ocurra un suceso clave. Las placas de Eurasia finalmente colisionarán contra las de África y el subcontinente indio. Este suceso, conocido como la Orogenia Alpina, será el responsable de las cadenas montañosas que van de los Pirineos al Himalaya. Esta orogenia -o formación de cadenas montañosas- no ha finalizado en el presente.
En nuestro ámbito local, la colisión terminará de aprisionar los sedimentos marinos del Tetis que, al chocar contra el rígido macizo Hespérico, se plegarán, elevándose por encima del mar en toda su periferia. Se formarán así la cordillera Cantábrica, los Pirineos, el sistema Ibérico y la cordillera Bética, todas ellas por plegamiento sedimentario.
El macizo granítico actuará de tope ante la presión y el esfuerzo del plegamiento hundirá el terreno al pie de estas grandes cordilleras formando las prefosas alpinas. Se originarán así las depresiones del Ebro y del Guadalquivir que, inicialmente, permanecerán sumergidas bajo el mar del Tetis.
La presión debió mantenerse hasta que el macizo Hespérico cedió, indeformable, combándose en curvaturas de gran radio, hasta finalmente fracturarse. La base granítica de nuestra meseta se quebró y ciertos bloques se elevaron, apareciendo así los Montes de Toledo y el Sistema Central. Mientras, otros se hundieron, dando origen a las grandes depresiones castellanas. Es en una de estas depresiones donde quedará encajada la Cuenca de Madrid.
El efecto de la erosión aligeró los bloques elevados mientras cargó los hundidos, aumentando el desnivel en un proceso denominado compensación isostática. El corte geológico del siguiente gráfico explica perfectamente todo este proceso.
La Cuenca de Madrid
Todo el Sureste de la Comunidad de Madrid estará en la depresión surgida junto al Sistema Central: la Cuenca de Madrid. Estará rodeada por las cadenas montañosas aparecidas en la Orogenia Alpina, ya fuera al fracturarse el macizo mesetario, caso del Sistema Central y de los Montes de Toledo, o al plegarse los sedimentos circundantes, caso de la Sierra de Altomira, una de las más occidentales del Sistema Ibérico.
La Cuenca de Madrid así configurada, cerrada por las cadenas montañosas, irá acumulando agua y sedimentos sin salida al mar. Se empezará a formar una cuenca endorreica, un mar interior cuyo único destino será la evaporación. El paisaje sería aún muy distinto al actual, con zonas lacustres y amplias superficies encharcadas de aguas poco profundas.
Hace unos 23 m.a, durante el Neógeno y avanzado el Terciario, cesa en gran medida la compresión orogénica, comenzando entonces un nuevo episodio de erosión generalizada llamada erosión postalpina, que será especialmente agresiva con las cumbres y que volverá a acumular enormes cantidades de sedimentos. Este hecho incorporará definitivamente los valles del Ebro y Guadalquivir a la Península, haciéndolos emerger del mar, terminando de configurar la geografía peninsular actual. Mientras, lo que hoy son los valles de Manzanares y Jarama acumulaban grandes cantidades de agua y sedimentos.
La colisión de placas en la Orogenia Alpina acabará por inclinar el viejo Macizo Hespérico hacia el Oeste, es decir, hacia la vertiente atlántica, provocando que su desagüe se produzca hacia este océano. Hoy todos los ríos mesetarios desembocan en el Atlántico por esta razón. Este hecho, clave en la historia geológica de nuestra región, pondrá fin al endorreísmo de la cuenca madrileña.
El origen de las Terrazas de Manzanares y Jarama
La reserva paleontológica de los primeros hombres de la región madrileña
La basculación del antiguo Macizo Hespérico hacia el Atlántico, cediendo ante la presión de la Orogenia Alpina, terminará por desaguar la cuenca madrileña, momento en el que se empezará a esculpir el paisaje actual, formándose las primeras terrazas fluviales de los ríos Jarama y Manzanares. Ningún ser humano había puesto un pie sobre la Tierra aún.
Las aguas bajarán buscando el atlántico y lo harán sobre en enorme manto de sedimentos que volverá a ser modificado. Manzanares y Jarama irán cambiando sus cursos con el paso del tiempo, ampliándose o reduciéndose, erosionando unas zonas y sedimentando otras, mientras sus cursos se iban encajando en el vasto depósito del Terciario. Esto se traducirá visualmente en un valle escalonado, con restos de las antiguas orillas de los ríos suspendidas a ambos lados. Hablamos ya de las formaciones geológicas que llamamos terrazas fluviales.
Las Terrazas más altas de los ríos Manzanares y Jarama, las más antiguas, apenas tienen un interés paleontológico. Sin embargo, según bajamos hacia las más recientes, éstas adquieren un estatus muy importante en la arqueología europea, al conservar bajo los sedimentos de sus paleocauces los restos enterrados de la más antigua actividad humana que existió en la región de Madrid.
Las terrazas complejas
Las terrazas más bajas que presentan estos ríos en sus tramos medios y finales, cuando atraviesan Madrid, VillaVerde, Perales del río, Rivas-Vaciamadrid, Velilla de San Antonio, Arganda del Rey o San Martín de la Vega, son en su mayoría terrazas complejas.
Recordemos como durante el Terciario, la Cuenca de Madrid, endorreica, va acumulando aguas sobre una gran depresión situada fundamentalmente al Sureste de la región. Aguas poco profundas, lacustres y pantanosas que sólo encontraban salida por su propia evaporación. Los sedimentos se fueron acumulando durante miles de años en el fondo y las aguas pasarían por episodios de sobresaturación de sustancias, imposibilitando su disolución y precipitando en el fondo con el resto de sedimentos.
La potencia de estos sedimentos, de varios cientos de metros, unido al precipitado de diversas sustancias químicas y sales minerales, van produciendo diferentes tipos de rocas sedimentarias según las condiciones físico-químicas de cada lugar. Se forman así estratos de margas y sedimentos arcillosos, bancos de arenas, estratos de sílex, frecuentemente unidos a rocas calizas, y especialmente las rocas y sustratos de yeso, muy abundantes en los cursos bajos de Jarama y Manzanares, capaces de reconstruir su proceso generador, es decir, que vuelven a ser solubles en el agua.
Una terraza compleja es la que presenta los niveles invertidos y solapados, justo al contrario que una escalonada, disponiéndose los más antiguos abajo, cubiertos por los nuevos. Los ríos, al atravesar estas tierras yesosas, sufren de constantes filtraciones que acaban por abrirse paso en canales subterráneos bajo el cauce de éstos, al disolver el material de yeso. Estos cauces subterráneos terminan por hundirse, plegando el terreno y rellenándolo con nuevos sedimentos.
Desde el punto de vista paleontológico las terrazas complejas han permitido sepultar los restos de fauna y flora bajo capas de finos sedimentos, preservados del paso del tiempo junto a las huellas de los primeros hombres que pusieran pie en la región madrileña.
En las cuencas bajas de los ríos Manzanares y Jarama las terrazas complejas se extienden por la amplia vega de la margen derecha del primero y la izquierda del segundo. Son una autentica reserva de restos prehistóricos, protegida legalmente bajo las figuras del **Bien de Interés Cultural denominado «Terrazas del Manzanares« y del **Parque Regional en torno a los ejes de los cursos bajos de los ríos Manzanares y Jarama, más conocido por su sobrenombre, Parque Regional del Sureste.
Las glaciaciones e interglaciaciones del Cuaternario
En épocas más recientes, durante el Cuaternario, se suceden periodos glaciares, o fríos, e interglaciares, o templados, encadenándose una serie de cambios climáticos que transformarán el entorno, provocando adaptaciones, migraciones y extinciones masivas en las que nuestra especie se vio involucrada.
En realidad nuestro planeta ha estado libre de hielos la mayor parte de su existencia, apareciendo en los polos únicamente durante las glaciaciones. Actualmente vivimos dentro de la última glaciación -puesto que los casquetes polares todavía conservan su hielo- surgida hace 40 millones de años. El presente periodo interglaciar comenzó sólo hace unos 10.000 años. Y el periodo glaciar anterior alcanzó sus temperaturas mínimas hace unos 18.000.
Durante las glaciaciones aparecerán nieves perpetuas por encima de los 1900 metros, instalándose glaciares en toda la Sierra de Guadarrama, al igual que en todas las cumbres de las latitudes medias europeas. Se redujo la pluviosidad, creando un paisaje más estepario, y las temperaturas bajarían en torno a 5-10 grados respecto a las actuales en la región madrileña. Los hielos polares avanzarían respecto a su posición actual, ocupando el centro de Europa.
La situación de la península ibérica debió configurar un lugar privilegiado para el desarrollo de la vida, con periodos glaciares menos rigurosos que en su entorno y disfrutando durante los interglaciares de un clima similar al actual, más húmedo y más cálido que los ciclos glaciares.
Durante estos periodos glaciares los hielos fracturarán los materiales en la sierra madrileña. En los periodos templados, por su contra, Manzanares y Jarama verán fuertemente incrementados sus cauces, arrastrando los materiales de la etapa anterior. Cantos rodados y rocas de cuarcita llegarán hasta los cauces bajos de estos ríos para servir de materia prima a los primeros humanos que los ocuparon.
La génesis de nuestro paisaje actual: cerros, cortados y vegas
Cuando el mar interior de la Cuenca de Madrid encontró salida hacia la vertiente atlántica, dejó al descubierto un terreno cargado de sedimentos, que había formado diferentes estructuras de rocas sedimentarias como yesos, depósitos de margas y arcillas, sílex, calizas y abanicos aluviales.
Esta configuración provoca una fuerte erosión diferencial sobre un substrato joven, con poca o nula resistencia a los agentes climatológicos, pero con zonas de materiales duros y rocas sedimentarias con fuerte componente química: sílex y caliza.
Esta disparidad de resistencias es finalmente quien determinará el paisaje que hoy podemos contemplar en las cuencas bajas de los ríos Manzanares y Jarama. Los lugares de material duro se erigirán como los grandes bastiones de estas vegas: Cerro de los Ángeles, Cerro Almodóvar, Coberteras, La Marañosa, Cerro del Telégrafo, y una larga sucesión de cerros testigo, partes de nuestra historia más reciente.
Por contra el agua socavó todo lugar que no tuvo suficiente competencia para resistirlo. Las grandes llanuras de inundación de unos ríos que antaño fueron enormes lagos, pacíficos y tranquilos, se tornaron en violentos desagües desde el mismo momento en el que durante el Terciario encuentran salida al mar, arrasando todo lo que a su paso queda cuando se produce el deshielo o se dan fuertes precipitaciones.
Se forman así los principales cantiles de yesos tan característicos de estos ríos y cuyos máximos exponentes serán los cortados del Jarama, el Piul o la conocida silueta del Espolón de Vaciamadrid. La fuerza del agua no cesará hasta prácticamente la actualidad, con la domesticación del cauce de ambos ríos.
Estos cortados de yeso, socavados y expuestos a los agentes meteorológicos, sufrirán una progresivameteorización que dará lugar a caprichosas formas, muy conocidas y que son ya parte del paisaje y personalidad de los cursos bajos de Manzanares y Jarama.
La importancia de estas Terrazas de Manzanares y Jarama reside, como ya hemos apuntado, en su capacidad para enterrar bajo finos estratos los restos paleontológicos allí depositados. Esas antiguas orillas de nuestros ríos atraerían a animales y a humanos, a beber, a encontrar comida y, en el caso de nuestro género, en busca de cantos rodados para construir las primeras herramientas de la humanidad.
Así fue en el caso de **los elefantes de Arganda del Rey y de los Homo heidelbergensis que de él se alimentaron, **del elefante de Transfesa en Villaverde Bajo o de **los mamuts de los que dieran buena cuenta los neandertales de la Salmedina, en Rivas-Vaciamadrid, o de Preresa, en Perales del Río.
Todos estos yacimientos fueron descubiertos por casualidad, y todos salvo el de Transfesa, en el curso de explotaciones económicas para la extracción de áridos sedimentados durante el Terciario.